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19/02/2004
Casilda convulsionada

Extraño hallazgo en el cementerio


El hallazgo de dos aves muertas extrañamente conservadas dentro de un nicho del cementerio de Casilda causó un verdadero revuelo en esa comunidad y un sinnúmero de conjeturas.


La tumba del hallazgo fue sellada hace más de cincuenta años y nadie encuentra una explicación de cómo las aves llegaron allí.


Entre los lugareños se tejieron varias hipótesis sobre la extraña aparición. Los primeros comentarios giraron en torno a que el nicho nunca fue usado y al pequeño orificio que tiene la lápida, por donde es imposible que los animales hubieran entrado ya que miden más de 30 centímetros.


Algunos casildenses fueron un poco más lejos en sus reflexiones y especularon con que son parte de algunas prácticas de brujería. Otros opinaron que los pájaros nacieron allí adentro y «luego pudieron ser alimentados por un gorrión o una tacuarita».


Sin embargo, expertos en taxidermia del Museo de Ciencias Naturales Angel Gallardo de Rosario sostuvieron una teoría un poco más cercana a circunstancias explicables.


»Probablemente la persona que colocó la lápida hace 50 años no se percató en ese momento de que adentro del nicho habían anidado estas dos aves, que parecen ser lechuzas de campanario, las que por no poder salir murieron de inanición y luego por las características del lugar, una temperatura constante y falta de humedad, se fueron secando», explicó Jorge Martí, jefe de taxidermia del museo rosarino.


Sin embargo, Pablo Vrancovich, colaborador de Martí y experto en aves agregó una cuota de enigma a su análisis, porque detuvo su observación en un detalle en el que nadie había reparado: faltan las plumas.


»Lo que me resulta más curioso de esta situación es la ausencia de las plumas y la forma en que se han conservado los animales, ya que por debajo de la piel se pueden observar algunos derrames de sangre y dentro del tórax aún están los órganos», apuntó Vrancovich.


Martí también profundizó en el otro aspecto que despertó su curiosidad. «Además me resulta muy extraño que no se hayan descompuesto por efecto de las bacterias o los gusanos que originan las moscas, ya que si por ese orificio podría entrar un gorrión como piensan los lugareños, mucho más fácil habría sido que ingresaran moscas», especuló.


Los pájaros fueron encontrados hace unos días por un empleado del cementerio, Samuel Montoya, de 60 años, quien trabaja para la Municipalidad casildense desde hace dos décadas. «Los encontré dentro de un nicho que nunca fue usado, en un panteón perteneciente de la Sociedad Italiana que fue construido hace más de 50 años.


Me dijeron que los abriera para limpiarlos porque van a hacer unos arreglos. El nicho estaba completamente sellado salvo por ese agujerito que usamos para agarrar la tapa para sacarla», explicó el camposantero.


»Cuando sacaba algunas ramitas con la escoba -agregó- los pájaros cayeron al piso y me sorprendí por el estado en que están, ya que siempre encontramos huesitos de pajaritos que se meten y mueren adentro, pero sólo los huesitos porque los gusanos se lo comen entero. Lo raro es que estos no se desintegraron como los otros», comentó Montoya.


Secretos de camposanto


El funcionario municipal consultado tardó en revelar que ocurren cosas extrañas en el camposanto, además de los frecuentes robos de placas de bronce. «Se ven cosas extrañas en este lugar. Gente rara que entierra cosas, como ropa, fotos y sapos.


Además siempre encontramos velas negras y copas servidas con sidra al lado de las tumbas, como si vinieran a brindar con los difuntos. Cuando las veo les pego una patada y las hago bolsa», relató.


El hombre contó que sólo trabajó cuatro meses de noche cuidando el cementerio. «Esa gente rara viene de día pero también las he visto de lejos por la noche, se ve que saltan el tapial por la parte de atrás.


En otras ocasiones me golpearon el vidrio de la oficina dos o tres veces pero cuando abrí la puerta no encontré a nadie. Había un silencio sepulcral», graficó con un término pocas veces tan oportuno.


»Yo no soy miedoso, pero era muy extraño», dijo Montoya al explicar por qué volvió a trabajar de día. «A mi mujer no le gustaba nada que yo trabajara de noche pero yo seguía, hasta que una noche apareció una víbora en la oficina y ahí ya no me gustó nada y no vine más de noche. Ahora hay otro sereno pero está dentro de un coche estacionado afuera», reveló.


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