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08/02/2004
Estuvo 15 días secuestrada

Nota a Eduardo Cruellas, el esposo de Cristina Taborda


080202 (17k image)Fuente: La Opinión (Pergamino) Si hubiese sido yo no sé si lo hubiese resistido" admitió Eduardo Cruellas, el esposo de Cristina Taborda, la mujer que vivió un infierno en la Tierra


El titular de la Afip señaló que "estamos más tranquilos porque mi señora ya está en casa y estamos todos juntos. Pero lo principal, después de todo esto, es la recuperación de ella"


"Fue como si nos hubieran secuestrado a los cuatro, a toda la familia", resumió Cruellas.


Pasaron algunos días de la buena nueva más importante: la liberación de Cristina Raquel Taborda. O "Popi", como la llaman los suyos, sus amigos. La esposa de Eduardo Cruellas, el titular de la delegación Pergamino de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip). La mamá de Francisco y Martín. La querida "profe" de Biología. La misma docente que dicta clases en el Colegio San José de los Hermanos Maristas, en la Escuela de Educación Técnica N° 1 y en el Profesorado del Instituto Superior de Formación Docente y Técnica N° 122 "Presidente Arturo Illia".


Gracias a Dios, Cristina está otra vez en casa, después de pasar 15 días secuestrada sufriendo un verdadero martirio. La golpeaban casi todos los días con un martillo de madera, esos que se utilizan para machacar la carne. Cuando comía, le daban inmundicias. La insultaban y desatendían hasta en las mínimas necesidades.


Así vivió cautiva durante casi dos semanas. Ella soportó todo y eso obliga a pensar que su recuperación será como la de una mujer extremadamente fuerte.
A su lado está su familia. Y sus amigos. "Fue como si nos hubieran secuestrado a los cuatro", dijo su marido, sintetizando la sensación prácticamente destructiva de los raptos, que siempre tienen como víctima al grupo familiar. El sufrimiento provoca igual daño en los íntimos pese a que no se sienta en el propio cuerpo.


"Popi" había sido secuestrada en plena ruta cuando junto a su familia regresaba de unos días de recreación en la provincia de Entre Ríos, donde residen su madre y una hermana.
El hecho se produjo el domingo 18 de enero último, en horas de la tarde, cuando junto a su esposo, Eduardo Cruellas y sus dos hijos -de 14 y 17 años de edad- venía de viaje por la ruta N° 9.
El secuestro fue consumado entre las ciudades de San Pedro y Arrecifes, cuando un Chrysler Stratus, con tres hombres armados y chalecos antibalas, se ubicó a la par del auto de Cruellas y Taborda y los obligó a detenerse.


Luego, el matrimonio fue introducido en el baúl del Chrysler, mientras que uno de los delincuentes subió al Mitsubishi de los Cruellas, donde estaban los chicos.
Los adolescentes fueron liberados horas después a la altura de la localidad bonaerense de Garín, y Eduardo Cruellas por la ruta Panamericana a la altura de Constituyentes, mientras que la mujer permaneció cautiva 15 días hasta que finalmente fue rescatada por la Policía Federal, el lunes pasado. Fue, tal vez, el día más feliz de la familia.


"Estamos más tranquilos porque mi señora ya está en casa y estamos todos juntos. Pero lo principal, después de todo esto, es la recuperación de ella. De ahora en adelante todo pasa por ahí, más que por nosotros, aunque todos hayamos sufrido. Queremos que ella se recupere bien, si le quedó algún miedo que lo pierda, eso es fundamental. La etapa que viene es de recuperación", dijo Eduardo Cruellas en su diálogo con LA OPINION.


- ¿Cómo viven estas horas?
- Ahora estamos con la hermana, la madre y están llegando las otras dos hermanas de "Popi", desde Entre Ríos. Y muchos amigos que han estado siempre con nosotros y ahora siguen estando porque van todos los días a casa.
- ¿Cómo cree que será la recuperación?
- Esperemos que sea lo más rápida posible. Lo que pasa es que ninguno de nosotros tiene experiencia en esto, así que no sabés cuánto puede llegar a durar la recuperación. Ojalá lo supiésemos.
- ¿La familia, al menos de a poco, está volviendo a la normalidad?
- No. Todavía estamos shockeados. Fue como si nos hubieran secuestrado a los cuatro, a toda la familia.


- Cristina pudo soportar un verdadero calvario y ése es un signo de su fortaleza.
- Sí. Con lo que pasó realmente nos sorprendió a todos que hubiese resistido. Si hubiese sido yo no sé si lo hubiese resistido. Ella lo hizo por un instinto de supervivencia y porque quería ver de nuevo a los chicos, a sus hijos y a su familia.
- ¿Cuáles fueron sus momentos clave como esposo, como padre, como hombre que vive una situación como ésta?
- Todos los momentos fueron clave. Algunos fueron más dramáticos que otros.


- ¿Por ejemplo?
- Cuando escuché el mensaje que me grabó. La golpearon las dos veces que le hicieron grabar mensajes. Uno nunca llegó. El otro sí: lo encontré en una bolsa de basura en Campana. "Popi" rogaba, llorando, "hacé todo lo que te piden o me van a matar". Viajé con Osvaldo (Záttara).
Pero todos los momentos eran dramáticos. Si llamaban porque llamaban; si lo hacían porque lo hacían; si no lo hacían porque no lo hacían; si podía entregar el dinero o si no; la incertidumbre si lo habían agarrado.


Es muy difícil describir lo que sentís. En un momento te manejás como un autista, te dicen que vayas para allá y para el otro lado, "quedate quieto, hacé esto, hacé lo otro", en fin.
- ¿En qué momento o momentos sintió que se quebraba?
- En cada intento de rescate que era una frustración y una desazón cada vez más grande por no poder hacer lo que te decían. En realidad, no te decían nada, se cortaba la comunicación y punto, no te hablaban más. Y ahí quedabas.


Tengo que decirte que cada vez que no podía avanzar para el pago del rescate era como que me quebraba, pero gracias a los amigos que me acompañan podía seguir y además no me quedaba otra.
- Cuando Cristina grabó la prueba de vida ¿hablaba de una última oportunidad para el pago del rescate?
- Sí. En ese cassette me decía que teníamos una última oportunidad de entregar el dinero porque, según ellos, decían que las tres entregas anteriores habían fracasado por culpa mía.
- Y cuando pudo tirar el bolso con los 41.500 pesos, ¿tuvo, al menos, una leve sensación de alivio?
- Tal cual. Pero apenas un segundo de alivio, porque después empecé a pensar si lo habían encontrado o si no y todas esas cosas que te pasan por la cabeza.


- ¿Siempre negoció usted con los secuestradores? ¿Desde dónde lo hizo?
- Sí. La primera semana estuve en casa con Pablo (Mosca), Osvaldo (Záttara), Guillermo (Del Casale), Sergio (Pagani), Sergio (Tressens), en fin, todos amigos. La segunda semana me fui a Buenos Aires y me quedé allá para no estar viajando con el dinero, que vas, que venís, que llegás con el tiempo justo a tomar el colectivo. Nos quedamos en el departamento de Pablo, junto con "Bocha" y Osvaldo.
- ¿Y sus hijos?
- Los chicos no estuvieron nunca en mi casa, conmigo, viviendo esto. Los primeros días estaban en Pergamino e iban y venían de casa, pero después con el tema de la prensa se fueron al campo de un amigo, que se llama Ricardo. Allí estuvieron algunos días con la abuela y la tía que habían venido de Entre Ríos y después volvieron para casa. Los últimos dos o tres días de la negociación estuvieron en casa pero yo no estaba, me quedé en Buenos Aires.


- ¿Siempre el lugar de partida para pagar el rescate era la zona de Retiro?
- Sí. Siempre nos hacían salir de Retiro hacia otros destinos. A excepción de cuando me hicieron ir a buscar un cassette a Campana, abajo de un sauce, con la prueba de vida.
- ¿La pidió usted?
- En reiteradas oportunidades les pregunté cómo estaba mi mujer, si estaba bien, si tomaba la medicación y después ellos llamaron y me dijeron que vaya a buscar ese cassette que iba a encontrar una prueba de vida. Pero aparte de eso había una presión psicológica cada vez más grande para que hiciera lo que ellos quisieran.


- Uno cree que siempre esperaba ese bendito llamado sobre la liberación pero ¿lo aguardaba ese lunes?
- No. Es como decís vos, lo esperaba a cada momento que me llamasen. Pero tampoco esperaba que fuese en ese momento. Aparte no esperaba que fuese la Policía, sino que fuese mi mujer.
- ¿Y qué le dijeron?
- Que la habían encontrado y que estaba bien. Aparte si la encontraron a las 7:00, a las 7:01 me llamaron.
- ¿Habló con Cristina?
- Me la pasaron, le pusieron el teléfono, pero ella no pudo hablar.


- ¿Y el reencuentro?
- No te lo puedo explicar. Palabras hubo muy pocas. Nos reencontramos en la sede de la Brigada de Secuestros Extorsivos. La Policía nos atendió humanamente muy bien y profesionalmente también, pero lo que más vale de todo esto es la parte humana de todos los que trabajan en este caso. Es como si fuese algo propio de ellos, como si fuese un familiar de ellos, conviven con vos todo el día.
Después le dimos de tomar Gatorade, como tres o cuatro; unos amigos fueron con una mujer policía a comprarle ropa enfrente hasta que terminó de declarar, posteriormente la llevamos al departamento de Pablo (Mosca), se bañó, se cambió y estuvimos un rato más hasta que emprendimos el viaje hacia Pergamino.


- Es el primer secuestro extorsivo que sufre una familia de la ciudad...
- Sí. Por esa razón tenemos experiencia cero. Ni sé si habrá profesionales que están capacitados para tratar la recuperación de "Popi", porque no es una situación común, es la primera vez que pasa. No digo que no haya profesionales aquí que no puedan ayudarnos, sólo digo que en nuestra comunidad no hay experiencia porque nunca pasó algo así.


- ¿Recuperaron el dinero?
- No, que yo sepa hasta el momento no hay nada.
- ¿Tuvo alguna promesa de las autoridades al respecto?
- No hubo ninguna promesa. A mí nadie me dijo nada.
- ¿Confirmado que fue un secuestro al voleo?
- Sí. Para mí y para los investigadores fue al voleo. Cuando nos subieron al auto no sabían quiénes éramos, qué hacíamos, nada. Me tocó a mí como le pudo haber tocado al que venía atrás o adelante, justo pasamos nosotros y nos tocó, fue como un accidente. Venís viajando con tu familia, de vacaciones, de Entre Ríos, muy tranquilo y lo que menos te imaginás es que a 50 ó 60 kilómetros de tu casa te pase esto. En realidad estábamos a 20 kilómetros de Arrecifes. Estábamos prácticamente llegando, habíamos recorrido unos 500 kilómetros.


- ¿Viajaban seguido a Entre Ríos?
- Siempre vamos a pasar fin de año. Pasamos Navidad con mi mamá, en Pergamino y fin de año lo pasamos con los padres de ella. Siempre nos quedamos dos semanas y volvemos. Yo tengo que trabajar así que siempre son dos semana allá. Nos fuimos el 31 y el 18 estábamos volviendo.
- ¿Los medios nacionales le jugaron un papel en contra?
- Cuando se enteran los medios nacionales, los más masivos, nosotros pedimos por favor que no publicaran nada, que no dijeran nada y si había que ponerse de rodillas lo hacíamos con tal de que no transcendiera nada. Pero lamentablemente no tuvimos eco y aparte de eso, yo sé, porque me contó mi mujer, que cada vez que ellos veían la palabra Pergamino, por la televisión, porque la tenían continuamente prendida, es como que se alteraban y la maltrataban psicológicamente o físicamente. Por eso les dije el otro día, cuando salí a hacer un reportaje, a nosotros ya nos pasó, ya está, pero para que lo tengan en cuenta para la próxima vez.


Evidentemente los irrita porque si hay una difusión pública masiva saben que la Policía tiene que actuar de oficio por más que vos no la lleves.
- ¿Hubo algún otro aspecto que resultó negativo en medio de las negociaciones?
- No. La negociación se dio siempre por los carriles que ellos manejan, con sus tiempos y sus condiciones. Las conversaciones son muy cortitas, no te dejan ni siquiera preguntar por el estado de tu mujer y si lo hacés no te escuchan, están continuamente con el "juntá más, hacé esto o lo otro".
- ¿Siempre en tono agresivo, en el marco de perversidad que los caracteriza?


- Sí, totalmente.
- Gracias a Dios el secuestro terminó y Cristina demostró que es más fuerte de lo que creía. Ese es el fundamento para pensar que se repondrá de la mejor manera y a la brevedad.
- Coincido con vos y me sorprendió que hubiese soportado lo que soportó porque si bien no es claustrofóbica en un 100 por ciento, en lugares cerrados no puede estar y viajamos como cuatro horas en el baúl de un auto, los dos, donde adentro había entre 60 y 70 grados. Pero después pasó lo peor, 15 días de calvario, atada de pies y manos, con los ojos vendados, sin ver la luz.


Después de la vida, el bien más preciado es la libertad. Cristina Taborda estaba ayer en su casa, rodeada de su familia y amigos, esos que jamás tomaron distancia de la situación.
Quizás suene crudo, pero después de todo es lo fundamental: está viva. Y en libertad. Está con mucha fe, ésa que le ayudó a sobrevivir durante el calvario. La fe con la que nunca dejó de rezar y pensar en sus hijos. Fe, eso es lo que le sobra a Cristina para salir adelante. Nada más y nada menos que la fuerza más poderosa.


"Una persona común, amable, cariñosa"


Durante la charla con LA OPINION, Eduardo, a quien también llaman "Lalo", esbozó una muy suave sonrisa. Fue cuando le tocó hablar de la mujer que conoció hace unos 22 años, cuando eran estudiantes.
"A 'Popi' la conocí en 1982 y nos casamos en el '85", reveló.


- ¿Dónde y cómo la conoció?
- En Santa Fe, cuando yo estaba estudiando. Además de estudiar ahí yo trabajaba en la DGI y nos conocimos; ella estudiaba el Profesorado de Biología, en Santa Fe. Y después nos vinimos a Pergamino. Ella consiguió trabajo acá y yo pedí el traslado en la DGI.
- ¿Desde cuándo en Pergamino?
- Desde abril de 1985. Nos casamos en julio, pero vinimos antes. Y ella un poco antes, en marzo, porque empezó a trabajar; había conseguido algunas horas en unos colegios.


- ¿Y cómo es?
- Qué pregunta... Una persona común, amable, cariñosa. Todo lo que yo te diga va a ser excelente. Es profesora, las muestras de cariño de sus chicos también fueron muchas. Una mujer común, como cualquier señora, como la tuya o la de él.
- ¿El uno para el otro?
- Todos los momentos que viví con ella fueron lindos, más allá de esos donde fallece algún ser querido cercano. Después, hasta ahora, siempre tuvimos una vida tranquila, de laburantes. Yo trabajo en la Afip desde que tengo 19 años y ella también trabaja todo el día y llega a casa a las ocho de la noche; tiene clase a la mañana, a la tarde, a la noche. Como cualquier familia, de laburar toda la vida y te pasa esto, que de un golpe, es como que te quitan todo lo que hiciste durante veinte años, no hablo del aspecto material sino por lo que te queda adentro, el miedo; en una palabra te arruinan la vida. Con el tiempo se superará pero es como que te metieran en una película, bien adentro y te dijeran "resolvé esto". Es algo que nunca tu hubieses imaginado, jamás.


La pérdida de la inocencia...


Nadie en su sano juicio puede decir que los pergaminenses desconocíamos la realidad, el incremento de la violencia, la horrorosa modalidad de los secuestros extorsivos; la veíamos permanentemente por televisión, la leíamos en los diarios y escuchábamos por radio.
Pero era como mirar la guerra por TV.
Comprendemos su faz inhumana, imaginamos la crueldad y el dolor, el miedo como una telaraña que envuelve a quienes están cerca de los hechos. Pero en el fondo... todo nos quedaba lejos.
Aquí, en Pergamino, no habíamos sentido el feroz coletazo del secuestro tan cerca como, lamentablemente, padeció esta conocida familia de nuestro medio.


Fue la primera vez que se producía una circunstancia de estas características con vecinos de la ciudad. La primera vez, concretamente, que debíamos informar sobre el rapto de un vecino o vecina de Pergamino.
Y fue como la pérdida de la inocencia...
Ya no se trataba de aquellas atrocidades que les pasaban a quienes vivían en la Ciudad de Buenos Aires, lejos de nuestra relativa tranquilidad de ciudad del interior, donde soportamos robos y atracos y en proporción, pero este tipo de delitos nos era ajeno.
Nos golpeó el secuestro de esta ejemplar docente pergaminense, nos aterró la violencia que con tanta entereza y amor por volver a ver a sus seres queridos soportó; nos dolió, al fin, que toda la familia sufriera este calvario que tuvo, por suerte, un final feliz. Los criminales presos y la vecina a salvo. Resta ahora que la Justicia aplique los castigos ejemplares que la sociedad espera, a quienes son capaces de tales atrocidades.


Hoy y ya pasado lo peor de la pesadilla, con esta extensa nota damos por terminado periodísticamente, por nuestra parte, un tema que, sinceramente, hubiésemos preferido no tener que informar nunca. Porque somos vecinos de Pergamino y porque defendemos, como podemos y sabemos, esta ciudad que es como nuestra casa grande, la que elegimos y la que tenemos. Aquí vivimos, aquí crecieron nuestros hijos y nacieron nuestros nietos. De modo que mal haríamos en no quererla lo suficiente como para intentar mantenerla alejada de tanta violencia y tanto delito.


Aprovechamos, además, la oportunidad para agradecer al doctor Pablo Mosca y a un amigo de "fierro" de la familia como es Osvaldo Záttara, por su disposición para atendernos, en los más duros momentos de esta tragedia. Habida cuenta que hay instancias de un secuestro en que una palabra de más puede cambiar un destino. De allí el cuidado puesto por ellos y que fue honrado por el accionar del Diario.
Y un agradecimiento especial a Eduardo Cruellas por su compromiso público asumido al narrar los hechos, al alertar, al advertir sobre lo que estamos viviendo, para concientizarnos más sobre una realidad que debemos luchar entre todos, autoridades y vecinos, para cambiarla.


Sabemos que sólo el tiempo curará las heridas, no las visibles que sanan más rápido, sino las del alma que a veces tardan un poco más. Pero estamos seguros y así lo deseamos, que esta pesadilla que vivió la familia Cruellas quedará, en el más breve lapso posible, en el marco de los recuerdos que es mejor olvidar para seguir adelante con tantas cosas positivas que la vida puede ofrecer...



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