PAGINA PRINCIPAL TAPA PAPEL CONSULTAR ARCHIVOS POR FECHA AVISOS FUNEBRES CONTACTESE

Enviar Artículo a un amigo  
Imprimir Artículo IMPRIMIR ESTE ARTICULO

17/07/2003
El mito revolucionario

Las anécdotas del «Che» Guevara en la región


cheguevara17 (8k image)El diario la Opinión de San Pedro “ descubrió” una antigua compinche del “Che” Guevara. Colón Doce recuerda al padre Ernesto Ferrero, que estuvo en Bolivia con el revolucionario argentino.


Son dos personas que conocieron y compartieron parte de sus vidas con el mito universal de Ernesto “Che” Guevara. La mujer vivía en una estancia de Portela y conoció al “Che” en su juventud cuando todavía era Ernesto Guevara Linch. Por su parte, el sacerdote Salesiano, Ernesto Ferrero conoció al revolucionario cuando ya había triunfado en Cuba y llegaba para inmolarse a Bolivia. Ambos tuvieron parte de la historia de latinoamericana antes sus ojos y compartieron seguramente largas charlas, sueños, confesiones y aventuras.


La primer historia corresponde al sacerdote salesiano Ernesto “Che” Ferrero. El cura vivió largos años en Ferré. Aquellos que tuvimos el “lujo” de ser sus alumnos, lo recordamos asociado íntimamente a la figura legendaria del “Che” Guevara.

Hace más un lustro lo buscamos para realizar un reportaje pero supimos que entre luces y sombras pasó sus últimos días en una clínica.


El “Che” Ferrero, fue un sacerdote comprometido en aquella época con la iglesia del tercer mundo. Supimos que en varias ocasiones en la década de los setenta y principio de los ochenta, ofició Misa en la parroquia Nuestra Señora de la Merced de Colón y hubiésemos querido estar en algunos de sus cortos mensajes evangélicos .

Su mayor cualidad era ser un hombre de Dios solidario con el prójimo y profundamente convencido de la necesidad de llevar la justicia social a los “más necesitados”.

El cura tercemundista, llevado por sus convicciones, estuvo en Bolivia y años después, desde su cátedra de Construcción Rural relataba que tuvo el honor de conocer en el altiplano al Che Guevara e incluso llegó a compartir su amistad.

En aquellos recuerdos desparramados por el cura describía al legendario revolucionario con un cuerpo débil debido al asma que lo atacaba continuamente, pero un alma y una convicción de acero. También hacia hincapié en la “entrega” que tenía aquel hombre por aquellos seres humanos que “ni siquiera conocía pero que eran sus iguales”. Los recuerdos nos llevan a los dichos de Ferrero cuando nos decía con total naturalidad “ que había sido el confesor de Guevara”.

La vida de Ferrero, en una época difícil, paso desapercibida para los grandes medios. Los parámetros que sembró el Proceso Militar primero y los malos políticos después no “achicaron” el triunfo de su solidaridad.


La mujer


Marta Alvarez, pasó su infancia en una estancia de Ireneo Portela cerca de Baradero. En el presente, a los 70 años, recuerda al revolucionario Ernesto “Che” Guevara. Sus recuerdos son históricos porque formó parte del grupo de niños con los que se crió, y transcurrió hasta su adolescencia y juventud, viéndolo esporádicamente. “Era buenísimo, solidario y aventurero”, afirmó.

Delgada y vivaz, Marta tiene a los 70 años esa alegría y locuacidad de una persona cuya experiencia ha sido gratificante. Entre los recuerdos imborrables de su vida, aparece el de una personalidad histórica, cuya figura se convirtió a lo largo de los años en un mito, en especial para los jóvenes: el revolucionario que liberó a Cuba junto a Fidel Castro, Ernesto “Che” Guevara Lynch.


El rostro de los posters, remeras y tapas de libros, sin embargo, es casi desconocido para Marta Alvarez, que tiene como último recuerdo de él, su imagen a los 25 años, cuando se había recibido de médico, “sin barba, buen mozo, y siempre desaliñado”.


“Ernesto era un chico sencillo, común, que trataba bien a todo el mundo... Pero era raro, igual que su madre. Por eso cuando comenzó a aparecer en las noticias, no me sorprendió tanto. Sí, sentí mucha pena cuando lo asesinaron”, recordó


Recuerdos de la niñez


Ernesto Guevara Lynch significa para Marta, los juegos de la infancia. “Mi papá era el encargado de la estancia de la familia Frers que estaba en Portela, y vivíamos ahí en ese caserón que tenía 17 habitaciones y rodeado de unas 1.000 hectáreas de campo. Ellos eran Frers Lynch, porque la madre del propietario era hermana o prima, no recuerdo bien, de la mujer de Guevara, es decir la abuela de Ernesto. O sea que eran primos, cuando tuvo hijos, empezaron a venir por varios días. Entonces, también se reunían con los Guevara, que tenían un campo a unos cinco kilómetros con una casa linda, aunque no era una estancia propiamente dicha...”.


“Jugábamos y hacíamos miles de travesuras, Germancito le robaba chocolates a la madre y nos íbamos a comerlos por ahí...”, relató. En las estadías en el campo, que se extendían por 15 o 20 días, los “primos” Guevara se les unían, además de Ernesto, otras dos mujeres, una llamada Celia, y otros dos varones, Roberto y Martín. La madre de Ernesto era quien los acompañaba, aunque solía hacer una vida muy solitaria.


“Ella era de apellido De La Serna, una señora bajita y rolliza, que se la pasaba leyendo. Mi mamá era la que hacía la comida, pero a veces ella prefería quedarse leyendo apoyada en un árbol, y ni siquiera iba a comer. Era una persona muy rara, igual que Ernesto”, explicó Marta.


Con una sola camisa


Cuando se recibió en la carrera de medicina, Ernesto, como siempre lo llamaban por ese entonces antes de convertirse en el “Che”, decidió ir a pasar un buen tiempo al campo de los Frers. “Estuvo como 20 días con nosotros. Lo queríamos mucho porque era un chico sin maldad, para nada atrevido como son ahora los jóvenes. Era solidario, buenísimo con todos. No era de esa gente que porque fuera de familia de apellido hiciera alguna diferencia, si hacíamos torta frita comíamos todos... Los tíos eran igual, el patrón de mi papá todas las tardecitas venía a la cocina para que mi mamá le cebara mates, y si todavía había peones, todos lo compartían”


La ciudad más cercana era Baradero, por lo que las mejores anécdotas de esa época eran los paseos hacia la localidad. “Me acuerdo que un día fuimos con Ernesto con una yegua tordilla, en un rastrón que es como un sulky, pero más chico, arrastrado por un caballo. No sé a qué fuimos pero sí que él lo manejaba y que yo lo retaba porque no sabía llevar muy bien las riendas. En un momento, le tiró mucho de la boca a la yegua, y ésta se cruzó de tal manera que volamos los dos por el aire... terminamos tirados entre los yuyos, me había lastimado bastante una pierna... Cuando volvimos, mi mamá se alarmó y me preguntó: “qué te pasó?”, y yo le contesté, “nada... que este estúpido volcó..”, recordó entre risas, Marta. Pero la personalidad peculiar del Che, se manifiesta en el relato de esta antigua amiga suya, cuando afirma que para esa larga estadía en el campo, quien sería el futuro líder revolucionario, había llevado una sola camisa para usar. “Me acuerdo como si la viera, era celeste, de esas que se usaban antes, de nylon duro que no se planchaba porque tenía como trama ondeada. Se la lavaba y se la volvía a poner. Era abandonado en ese sentido, no le daba importancia al aspecto para nada... Era simpático y sencillo, pero jamás me imaginé que llegara a ser ni siquiera médico y menos un revolucionario. Para nada, porque no era una persona que pareciera estudioso o algo así. Sí, era un aventurero, si le decías “tenés que cruzar el río Baradero, porque hay una vaca con dos cabezas”, allá iba él...”


VOLVER A PAGINA ANTERIOR




Home | Tapa | Archivos | Fúnebres | Consultas
© Semanario Colón Doce - Todos los Derechos Reservados