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26/06/2003
Lo decimos sin orgullo

Una pueblada anunciada


Gomasencendidas26 (5k image)Un mes antes en nota de la sección policial Colón Doce que sigue de cerca la realidad de inseguridad en la región anunció la pueblada de Arrecifes. ¿Nadie se dio cuenta de que realmente estaba pasando?


Colón Doce anunció la pueblada de Arrecifes con un mes de anticipación. En una extensa nota dijimos de no haber cambios inmediato se produciría ante algún delito de magnitud lo que finalmente pasó. Y lo más importante es que esta documentado en nuestra crónica policial.

El detonante de la poblada donde entre otras cosas renunció el comisario Ferrari fue la muerte del productor rural Eduardo Vesprini.


El domingo antes de su muerte, Día del Padre, Gustavo, su hijo de 13 años había agotado todos sus ahorros para regalarle a su papá la billetera de carpincho que tanto le gustaba.

Ese simple gesto que demuestra el amor de un hijo hacia un padre nos viene en estos momentos a la cabeza cuando Gustavo, único hijo de Eduardo Vesprini, ya no tiene más a su padre al lado.


La muerte


Según los colegas de Imagen de A-rrecifes el anochecer del miércoles 18 de junio cuando Pedro Ves-prini, de 75 años, observó movimientos sospechosos en las inmediaciones de su quinta, ubicada en el km. 66 de la ruta provincial 51, que comunica a Arrecifes con Ra-mallo. Vesprini sabía que su hijo estaba por ir hacia el lugar y lo llamó a su celular: «Eduardo, no vengas que te están esperando. Nos quieren asaltar».


Como cualquier hijo enterado de que su padre y su madre (Mabel Gladys Monteverde, de 63 años) están en una situación comprometida, decidió ir igual a ver qué les estaba pasando. Eduardo se encontraba en la ciudad y le dijo a su novia, Silvina Goymil: «Vos quedate que yo voy». «No, yo te acompaño», le respondió con firmeza Silvina.


Recorrieron en su camioneta Toyota los seis kilómetros que separan el centro de Arrecifes de la quinta e ingresaron al predio con las luces altas encendidas, mirando atentamente qué pasaba, si veían a alguien. No observaron nada extraño y Eduardo detuvo su camioneta frente a la vivienda de la quinta. Allí Silvina se bajó, su suegra le abrió la puerta e ingresó a la casa, donde también se encontraba Vicente Vesprini, tío de Eduardo. Mientras tanto, Eduardo fue a estacionar la camioneta a un costado, en un galpón.


Fue en ese momento donde Eduardo vio a los delincuentes, que le salieron al cruce. Él dejó la camioneta y comenzó a correr hacia la casa, gritando para alertar a su padre de la situación. Se oyeron algunos disparos; el padre de Eduardo tiró al aire con su escopeta; la madre y Silvina fueron a abrirle la puerta de la casa a Eduardo, pero cuando estaba ingresando recibió un artero disparo en el rostro y cayó en la puerta de la vivienda, en manos de su madre y su novia. Los delincuentes seguían tirando y la madre comenzó a los gritos: «¡Hijos de puta, dejen de tirar!». Su esposo le decía: «¡Metete adentro que te van a matar!». «¡No me importa nada!», gritaba la desesperada madre. Los asesinos huyeron de a pie, sin llevarse nada material y habiendo matado a un hombre sin ningún sentido. Enseguida, Eduardo Vesprini, de 41 años, moría en los ensagrentados brazos de su mamá y su novia.


Eduardo Vesprini se había divorciado y hacía unos días había decidido convivir junto a su nuevo amor, Silvina Goymil. Era una excelente persona (pero de verdad, no como se califica comúnmente de «buenas personas» a todos después que mueren). Era ingeniero agrónomo, calificado empleado de la firma cerealera Francisco Sellart, propiedad de los conocidos Eduardo y Rosana Sellart, a quienes hace dos meses les secuestraron a su madre.


Quien tenga un justificativo, una explicación a esta terrible historia, que avise. Para nosotros, no tiene perdón.


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