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24/04/2003
Escribe Marta Spagnuolo

Jauretche y Borges


borges_jauretche24 (6k image)Dos amores compartidos forjaron su amistad: el que ambos sintieron por Hipólito Yrigoyen y por nuestra poesía gauchesca. Más tarde los desunió el peronismo.


Desde hace un tiempo, puede verse en Canal 7 una semblanza evocativa de Arturo Jauretche. Nos parece oportuno, pues, recordar la obra y la acción de este gran argentino, y sus encuentros y desencuentros con otro gran argentino cuya popularidad se extiende hoy representándonos, sin exageración, por el mundo entero.


Eran coetáneos. Borges nació en l999 y Jauretche en l900. Jauretche venía del conservadurismo familiar, que abandonó a edad temprana para hacerse anarquista, hasta que se volcó en cuerpo y alma al radicalismo. Borges, contrariando a su padre anarquista, venía del comunismo triunfante en la Revolución Rusa de l917, a la cual dedicó uno de sus primeros poemas. Ya maduros ambos, los acercaron dos coincidencias: su fervor irigoyenista y su amor por la poesía gauchesca.


¿Cómo se hicieron amigos?. Fue después de la revolución del 30, que derrocó a Yrigoyen. Jauretche, devoto del “Peludo”, participó, armas en mano, de la revuelta radical de l933. Fracasado el intento, fue a parar a una cárcel correntina. Allí escribió su poema gauchesco “Paso de los Libres”, que exaltaba esta patriada.


Luego se exilió en el Uruguay, donde Borges, también irigoyenista activo por entonces, estaba visitando a unos parientes. Borges ya era “alguien” en los ámbitos literarios. Había participado en varias revistas y tenía publicados sus tres primeros libros de poemas, muchos de cuyos versos andan hoy en boca del pueblo. Ambos, en fin, se conocieron y hablaron largamente sobre literatura.


Así fue como Borges leyó el poema de Jauretche “Paso de los libres”, lo juzgó excelente, y Jauretche, que estaba a punto de publicarlo, le pidió que se lo prologara. Así, la primera edición (1934), salió con el prólogo de Borges.


A partir de allí continuaron amigos y ambos se dedicaron a “hacer patria” por distintos caminos.
Borges, a su sueño juvenil de forjar un lenguaje nacional con características diferenciales del español heredado, que llamó “el idioma de los argentinos”; a rescatar la musa orillera de Evaristo Carriego, las “sentencias carreras”, los versos mentirosos del truco criollo; a escribir magistrales ensayos sobre los poetas gauchescos rioplatenses Hidalgo, Ascasubi, Her-nández, Del Campo y Lussich; a contar historias y escribir milongas sobre los “guapos” porteños; a honrar, en fin por el entero planeta, la literatura argentina, y, al mismo tiempo, a enorgullecer la lengua española en que la escribió, considerada el mayor modelo de estilo del siglo XX.


Jauretche, a la acción política transfor-madora de su querido partido radical. Cuando se levanta la abstención en l935, y el partido se polariza entre “antiperso-nalistas” (o alvearistas) e irigoyenistas, Jauretche es de los segundos y, con Scalabrini Ortiz, Homero Manzi y otros funda F.O.R.J.A (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), nombre inspirado en la frase de Irigoyen: “Todo taller de forja parece un mundo que se derrumba”.


Estos jóvenes, que vieron morir a Yrigoyen y le oyeron decir: “Radicales, hay que comenzar de nuevo”, proclamaban la necesidad de liberar al país de su economía semicolonial (inglesa, por esos años) y devolver al pueblo el uso de sus derechos a través de un sufragio amplio y libre.


La gran voz del grupo fue Jauretche. Con un sentido popular envidiable, Jauretche fue el creador de frases y expresiones que quedaron en el acervo colectivo, como “estatuto legal del coloniaje”, “cipayo”, “vendepatria”, etc. En efecto, Jauretche escribió la mayoría de los carteles y “solgans” de F.O.R.J.A y se adelantó casi una década en proclamar las banderas que el peronismo levantaría como propias después del 45.


¿Qué pasó luego con la amistad entre estos dos grandes? Lo que pasó con muchas en aquellos tiempos. No se “pelearon”, desde luego, pero se distanciaron a causa del peronismo. Borges, antiperonista acérrimo, a pesar de haber escrito ya muchos de los más grandes libros de toda la lengua española, vivía de un modesto sueldo de bibliotecario en una biblioteca de barrio, que era dependencia municipal.


El gobierno de Perón, para molestarlo, lo trasladó al puesto de inspector para la venta de aves de corral en los mercados. Entonces renunció. Más tarde, decepcionado por los radicales, en un gesto casi infantil se afilió al partido conservador. Protesta que al fin resultó inútil y cómica, cuando los conservadores terminaron uniéndose a los peronistas para las elecciones de l973, con la fórmula Cámpora- Solano Lima.


Entre tanto, Jauretche había empezado a participar en la constitución del peronismo apoyando la revolución del 43 como nexo entre F.O.R.J.A y Perón en la época de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y celebrando luego el famoso 17 de octubre.


Ya Perón en el gobierno, su mente privilegiada se “aprovechó” para transformarlo en un burócrata, designándolo Presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, cargo que desempeñó hasta la caída de Miranda y Mercante. Diferencias con ciertos funcionarios del peronismo lo llevaron a retirarse a la vida privada, hasta que volvió al ruedo político como diputado durante la presidencia de Illia. Sin embargo, después del golpe militar del 55, fue uno de los primeros en salir a la defensa del peronismo, que consideraba un verdadero movimiento popular.


A partir de entonces desarrolló una etapa de escritura muy rica, con un estilo coloquial y un sabor muy argentino, en folletos, polémicas y libros de tinte nacionalista y proteccionista. Por ese tiempo (1965) publicó un artículo en Marcha, órgano de la izquierda en Montevideo, en el que atacó ferozmente el cuento de Borges “Historia del Guerrero y la Cautiva”. Su análisis, aunque profundamente ideológico, no se priva de exhibir su gran erudición literaria y su agudeza intelectual.


Por su parte Borges, que nunca pretendió ser ideólogo sino sólo un escritor, jamás tuvo un mal concepto para Jauretche. Al contrario, siempre siguió elogiando aquel “Paso de los Libres” que prologó, y en una entrevista de 1972 dijo: “Y el hecho de que ahora estemos distanciados políticamente no significa que yo juzgue malos aquellos versos que él escribió entonces”.

Uno de los centros del pensamiento de Jauretche es el que llamó “colonización pedagógica”. No se refería, por supuesto, a la pedagogía de los maestros de escuela, sino a la imposibilidad de que un país económicamente dependiente desarrollara una estructura cultural propia.


Es decir, un país “colonizado”, responderá inevitablemente a una “superestructura cultural” impuesta por el país que lo tenga económicamente en sus manos, el cual procurará siempre “que el pensamiento de los nativos ignore la naturaleza de su drama y no pueda arbitrar nuevas soluciones” ni encontrar “los procedimientos que corresponden” para salir de esa opresión.


En una palabra, estaba describiendo lo que, en grado máximo, nos está pasando ahora los argentinos, después de la década del “nuevo peronismo” del ex presidente Menem, sus “relaciones carnales” con los Estados Unidos, el saqueo de las empresas nacionales, su cariño por el dólar, y aun su “nacionalismo” personal, fulgurando por los ambientes más caros, lujosos, sofisticados y corruptos del mundo, tan lejanos de nuestra pobre patria devastada por el capital extranjero. Menos mal que se murió en l974.


Todavía calentito, como quien dice, se “apropió” de Jauretche esa contradictoria entidad llamada “peronismo de izquierda” que Perón corrió de la Plaza de Mayo. Esto lo aprendieron de Fidel y del Che que, saltándose casi un siglo, se “apropiaron” de Martí.
Y ahora resulta que Jauretche, que con todos sus errores y sus aciertos fue el pensador más brillante formado y producido por el radicalismo, es referente hasta del “nuevo peronismo”, menemista o duhaldista, “se igual”, dijera Minguito, que, de estar vivo, lo hubiera horrorizado. Sin duda hay que felicitarlos por esa inteligente jugada que, por contraste, pone de relieve la inepcia y la inercia del partido radical que no supo conservarlo ni reclamarlo como suyo.


Lamentamos que el espacio no alcance para referirnos a uno de los hallazgos más felices y populares de Jauretche: la diferencia que hace entre el “guarango” y el “tilingo”, plena de humor, de ironía y de verdad.


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