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20/03/2003
Ejemplos que duelen

Menor ataca con aguja infectada de Sida


El hecho ocurrió en San Pedro y demuestra el avance de los procesos de desintegración que sufre la sociedad.


En San Pedro, luego de un largo proceso de disolución familiar, un menor de 13 años atacó con una jeringa infestada de Sida a dos menores de 8 años que habían salido de un Centro Deportivo.

En Colón existe un proceso “espiral” similar. En el año 2000 algunos chicos pedían a menores el pago de dinero para circular por algunos calles e incluso ocurrieron casos en plena Plaza San Martín.

En ese entonces, aquellos chicos que se negaban a entregar el dinero, recibían como represalia una dura golpiza. El peaje se extendió a algunos barrios periféricos. Lo preocupante es que los pequeños “ matones” evolucionaron rápidamente hacia otros delitos.


En el año 2001, estos menores se habían trasladado a la zona céntrica y esperaban los domingos de madrugada en la puerta de lugares de expansión nocturna. Los jóvenes que se dirigían a sus casas eran robados a punta de cuchillo del poco dinero que llevaban.


En el 2002 y 2003, muchos de esos chicos fueron los “grandes protagonistas” asaltando comercios. La última ola de robos calificados fue realizada por cinco jóvenes. La mayoría de ellos había seguido el sinuoso camino del delito que describimos.


San Pedro

En San Pedro ocurrió un caso que asombra y nos debe llevar a la reflexión. Un niño de 13 años amenazó y atacó a dos chicos de 8 años con un aguja infectada con Sida. El autor de 13 años de edad, es habitante del mismo barrio y atacó a sus víctimas con una aguja de una jeringa descartable.


Los mismos médicos que los atendieron, estimaron que corren peligro de infección con HIV, debido a que el agresor pertenece a una familia de riesgo.


El hecho se desarrolló cuando dos menores de ocho años habían terminado de asistir al Centro Educativo donde funcionaba la colonia de vacaciones.


El atacante llamó a la primer víctima diciéndole “mirá, tengo algo para vos”. El nene se acercó con su amiguito, que también es del mismo barrio y al pensar que les regalaba bolitas de colores, extendió la mano. En ese momento, el victimario le clavó la aguja en la palma, y al otro nene, lo abrazó y le clavó la misma aguja en el brazo.


El padre del nene atacado, enterado de la situación se acercó para dialogar con la familia del agresor, solicitándole la aguja en cuestión para poder determinar el origen. Pero los mismos padres no se responsabilizaron, porque según le explicaron, su hijo les negaba haber agredido a los chiquitos y ellos le creían.


La situación vivida por los dos pequeños de ocho años fue corroborada por una gran cantidad de testigos que presenciaron el ataque. La consecuencia es que existe una alta probabilidad que el agresor este infectado de Sida. Las víctimas –entre otras cosas- debieron vacunarse contra Hepatitis “B”


Actualmente, los niños están siendo atendidos por una médica. Del Hospital de Niños de Capital Federal, y deben tomar la medicación prescripta de AZT y 3TC (sus nombres comerciales son Zidovudina Filaxis y Lamilea Lamivudina, respectivamente) por el término de un mes.


Estos medicamentos atrasan los síntomas del HIV si estuviera contagiado, pero recién en seis meses, el tiempo prudencial para que se pueda detectar el virus, le pueden hacer nuevos análisis. En dos y seis meses, además, tienen que volver a vacunarse contra la hepatitis que es otro posible contagio .


El problema actual, es que los niños sufren las consecuencias de la fuerte medicación que están consumiendo. Dolores de cabeza constantes, vómitos, mareos, insomnio y depresión.

Los padres


Por el momento, el único contacto con la familia del agresor lo efectuó la asistente social, pero la respuesta que recibió es la misma que los afectados, ya que le negaron la autoría del adolescente.

Tampoco se conoce el origen de la aguja. Una historia preocupante sucedida muy cerca de nuestra ciudad.


En Colón –salvando las distancias- existe un proceso similar. En algunas familias consideradas “criticas” niegan sistemáticamente el delito que cometen sus hijos. Es más, -resulta difícil de probar pero es cierto- algunos núcleos viven a expensas de los delitos que cometen sus hijos.


Los menores delinquen y la familia reduce el producto de lo robado. El sistema es tomado como una forma de vida y resulta totalmente normal para la totalidad del clan familiar.


En muchos casos los padres, una vez que son detenidos sus hijos, son los encargados de realizar denuncias contra la propia policía por apremios ilegales.


El sistema que crearon “es una maquinaria” perfecta. Los periodistas y convecinos deberemos aprender a “distinguir” la verdad de la mentira.


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