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26/12/2002
Junio

La condena al chileno. La Cámara Federal dictó sentencia


chileno-3 (9k image)El “chileno” Marchioni recién recobrará la libertad en el año 2007. Estará en un pabellón especial para su recuperación- “No soy santo... pero tampoco un ogro” clamó el acusado


El ciudadano chileno Juan Carlos Marchioni Robles fue sentenciado a seis años de prisión en un Instituto Carcelario por infringir la ley de estupefacientes. La Cámara Federal de Rosario pidió además que sea enviado a un pabellón donde se pueda rehabilitar. El fallo salió dividido, votando el Dr. Santiago Huarte en disidencia parcial.


El “Chileno” Marchioni fue detenido por la policía cuando allanaron su casa el 30 de junio del 2001 y cumplirá la condena el 30 de julio del 2007.


En su descargo, y antes de que sea leída la sentencia, el acusado visiblemente emocionado señaló a los jueces: “Yo quiero... que el Tribunal sepa que no soy un santo pero tampoco soy el ogro... tengo algunas responsabilidades pero no todas... no lo niego, además quiero que se tome en cuenta mis condiciones físicas...”


Al comienzo del juicio, en su declaración ante los jueces, había admitido “consumir” pero no “comercializar”.


El acusado se observaba con un mejor estado físico. El aspecto distaba mucho de aquel hombre que fue detenido con ropas sucias y barba de varios días. En esta ocasión, y mientras duró el juicio, estuvo bien peinado y recién afeitado. Lucía un buzo azul, vaqueros gastados y zapatillas de lona color azul. La vestimenta estaba impecable. Los diálogos con su defensora eran frecuentes, se mostraba tranquilo y sin nervios.


El fiscal Eric Franc War había pedido siete años de prisión y una multa de 250 pesos, acusándolo como responsable de comercialización de estupefacientes a menores de edad.


En tanto, la defensora oficial, Dra Beatriz Cavallero, atacó la investigación policial y los datos obtenidos por los policías y los catalogó de “insuficientes”. “No se pudo comprobar la venta de estupefacientes en forma directa”, argumentó.


Además agregó: “En junio del 2001 Marchioni no podía con su propia alma, menos se podía encargar de sus hijas. Las adolescentes que iban a su casa era por amistad con sus hijas”. Por último afirmó ”que los 30 gramos de marihuana hallada y la “tuquera” (pipa para fumar) era para consumo personal del acusado”


Una “bomba”


La defensora tiró además una “bomba” judicial y policial, al afirmar que existe una denuncia en el Juzgado Federal de San Nicolás, donde un testigo de identidad reservada acusa a una persona con domicilio en barrio “Las Lilas” de vender estupefacientes, y que todos los adictos de Colón le compran drogas. Esta persona sería además familiar de un policía de Colón, poniendo así un manto de sospecha en esta frase.


Por último argumentó que a pesar de que el testigo con identidad reservada presentó la denuncia el 2 de octubre del 2001, todavía no existen avances en la investigación.


Iceberg


El juicio oral y público al ciudadano chileno Juan Carlos Marchioni Robles, con domicilio en calle 22 entre 55 y 56, pone un manto de inflexión en la problemática del consumo de estupefacientes en nuestra ciudad. La sensación de la mayoría de los presentes, tras tres días de trámite judicial, y en donde desfilaron más de 20 testigos, es que el acusado es un pequeño engranaje de una máquina más infernal, con decenas de dispositivos similares que son arrastrados por un mismo motor o cabeza. Las autoridades políticas y de seguridad deben ahora buscar descabezar esta presunta organización.


El Tribunal


Colón Doce adelantó en forma exclusiva que la Cámara Federal de Rosario, integrada por la Dra Laura Inés Casiday, Osmar Paulucci y Santiago Huarte se prepararon estudiando minuciosamente la causa judicial.


Era la tercera ocasión que los magistrados salían por una juicio oral y público de Rosario. Las ciudades de Campana y Zárate fueron las pioneras.

La causa judicial fue abierta por el comisario Roberto Silva a través de sendos recortes periodísticos. A principio del año 2001 fueron varios los menores que ingresaron con síntomas de sobredosis en el Hospital Municipal. El último hecho se dio a mediados de año, en una noche muy fría, en cercanías de 42 y 25, cuando una menor fue encontrada totalmente «sacada» y, en medio de temblores y sollozos, afirmó: “el chileno me dio alcohol y porros de marihuana”.


En el juicio oral y público la mayoría de los menores que declararon reconocieron que Marchioni les vendía drogas.


También un joven dijo que en la casa de 22 entre 55 y 56 concurrían adolescentes y jóvenes de diversas edades a comprar marihuana.

La Policía Federal comenzó una investigación que se precipitó el 6 de junio del 2001 cuando, efectivos conjuntos de operaciones complejas, federal, y policías locales, realizaron el allanamiento en la casa de Marchioni.


En el lugar se encontró nueve envoltorios de marihuana que representaban unos 30 gramos, además de diversas pastillas y una “tuca”


Lástima


El testimonio de los menores de edad fue conmovedor y mostró con crudeza la problemática de las adicciones. Un menor de 17 años, que sufrió cuatro episodios de sobredosis, acusó a Marchioni de venderle “pasta” (pastillas de Roibnol).


El joven se quebró y rompió en llanto. En este caso puntual, el acusado Marchioni fue sobreseído por la Cámara Federal.


Retenidos


La socióloga Adriana Prado se negó en una parte de su declaración a dar información, amparándose en el secreto profesional. La jueza trató de persuadirla, incluso llamó a un joven para relevarla del mismo.


La profesional siguió en su postura y fue retenida por el lapso de una hora en la sala contigua
También un policía, de apellido Celli, estuvo dubitativo en su declaración y no recordó con exactitud un procedimiento. El uniformado se contradijo con el acta firmada, luego de encontrar a una menor con sobredosis en 42 y 25, en donde la adolescente afirmaba: “ el alcohol y los porros de marihuana me los dio el ‘chileno’ “. El policía no recordó esta frase y fue retenido a la espera de una declaración de su compañero (Burzio), que también estuvo en el mismo operativo, en auxilio de la chica con sobredosis.


Burzio ratificó los dichos en el acta y liberó de esta forma a Celli.


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