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16/04/2016
Editorial

El Hilo rojo por Cynthia Calvigioni


Cuenta una leyenda oriental que los humanos destinados a conocerse tienen un hilo rojo atado en sus dedos que jamás desaparece y permanece acérrimamente atado, a pesar del tiempo y la distancia. No importa lo que tardes en conocer a esa persona, ni importa el tiempo que pases sin verla, ni siquiera importa si vives en la otra punta del mundo: el hilo se estirará hasta el infinito pero nunca se romperá.


Esa pasión que solo despierta quienes quieren transformar el mundo, y que los convierte en militantes. Los une un grueso e imperceptible hilo rojo. Muchos no entienden aún de ese amor incondicional de la gente hacia un líder político. Por eso se los cuestiona y descalifica como "grasa", "choriplanero", "ño-qui". O que deben pagarle $500 para que asista a un acto. Y lo dicen con odio, bronca y resentimiento. Porque no logran vivenciar valores como solidaridad "real" y no caridad, porque en su mundo no pueden percibir las necesidades que puede vivenciar una persona de escasos recursos económicos. Porque molesta que haya lealtad y convicciones. Porque irrita que una persona pueda soñar con justicia social y equidad en un mundo donde el dinero parece ser el símbolo de éxito y cuanto más se concentre su distribución mejor. Porque no un tema coyuntural, es endémico. Ocurrió en el año 30, en el 55, en el 76, en el 2001, ahora…
Según Weber, "el líder carismático es aquel al que sus seguidores le atribuyen condiciones y poderes superiores a los de otros dirigentes. Los líderes carismáticos surgen de la combinación de necesidades sociales, de esperas humanas y de su propia capacidad personal. El pueblo cimenta esta percepción que tiene del líder, de su carácter y sus actitudes de liderazgo".
Por eso hay fenómenos sociales que algunas personas no logran entender. Por eso mucha gente de clase trabajadora apoya a un gobierno neoliberal. Según explica Noam Chomsky una estrategia de comunicación que los medios instalan en la conciencia social es "hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción" o "mantener la atención del público distraída, lejos de los problemas sociales de verdad y cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin tiempo para pensar"
Y así mientras tanto se "pide tiempo" y se justifica el ajuste brutal, la exclusión de personas del sistema económico mediante despidos masivos, el tarifazo de servicios indispensables para lograr una vida digna, el aumento en los precios de consumo masivo, la censura y persecución ideológica a quienes piensan distinto"
Mientras tanto la derecha encarnada en las políticas neoliberales le pide al pueblo que se "ajuste el bolsillo", ya que "al final del camino habrá una recompensa a este esfuerzo de los sectores medios y más pobres". Pero al final del camino todos perderán derechos que tardaron años en volver a conquistarse y ya ni recordarán quienes eran al principio porque la realidad les robó la dignidad, excluyó a miles de personas, y lo único que creció fue la desigualdad, la grieta, el odio hacia el sector de economía que menos recursos tienen" Y vuelven a surgir lemas como "el salvese quien pueda" y la pelea entre los sectores más bajos de la pirámide social. Porque los empresarios con gran concentración de riqueza no son juzgados mientras el dinero de la plusvalía es llevado al exterior (como en el caso de las sociedades off shore) porque no les interesa que se reinvierta en el país.
Y es tan grande el cinismo que un medio de comunicación televisivo tiene sentado en un programa de televisión al ex presidente Fernando De La Rúa, que dejó un país en llamas en apenas dos años de gobierno y nadie se pregunta cómo puede caminar tan tranquilo por las calles. Pide que se investigue a ex funcionarios, y nunca fue juzgado por los 21 muertos en la plaza del 20 de diciembre de 2001, por el megacanje o por las coimas en el Senado entre otras cosas. Pero a medida que va pasando el tiempo parece que gran parte de la memoria colectiva se ha anestesiado. Y nos olvidamos que en aquellos años la funcionaria Patricia Bullrich "rebajo" un 13% a los jubilados. Si, a los pobres ancianos que tuvieron que sufrir esta medida que tanto los afectó.
O que ante la pregunta de la prensa al actual Presidente de la Nación sobre qué opina de la trabajadora de una escuela que por los recortes salariales murió de un infarto haya contestado "no estoy en tema. Te lo debo". Ni siquiera dio las condolencias a su familia. Es un problema que tiene un nombre: insensibilidad social y es un mal del que muchos padecen.
Pero volviendo al hilo rojo no logran entender que miles de personas espontáneamente y sin cobrar $500, ni regalándoles choripán ni vino salieron a la calle porque no quieren seguir perdiendo derechos conquistados. El acto del 13 de abril podría tener analogías sociales (con características posmodernas por la coyuntura actual) a lo que representó el 17 de octubre de 1945. La gente gano las calles. Los medios internacionales dedicaron su análisis al mismo. No se detuvieron en la "basura" que dejaron miles de personas agrupadas varias horas en un lugar que no estaba preparado para tanta multitud. La lluvia le aportaba un marco místico. Al mezclarme entre la muchedumbre recordé cuando era joven y leía Cien años de Soledad. Y en Macondo no paraba de llover. Pero el pueblo salió a la calle Muchos caminaron kilómetros porque la noche anterior cortaron los servicios de trenes. Otros cientos llegaban recorriendo largas cuadras procedentes de Capital porque también habían interrumpido el servicio de subte. Pero nada los detuvo. Y eran miles. Empapados, embarrados, pero no solos. Porque un extraño te ofrecía refugio con su paraguas, un mate caliente. Porque practican con hechos el lema "la patria es el otro". Se escuchaban diferentes historias en la que se recordaban sueños y derechos de una época que quieren avasallar y borrar de la memoria colectiva. De pronto llegó ella. Y la lluvia paró. Cautivó a la multitud con su palabra y hechizó con su liderazgo. Mientras tanto en Salta el general aún no logra descifrar cómo salir del laberinto. Cuando ella finalizaba su discurso salió el sol. Y ya nada fue igual. El círculo rojo aún seguía intacto uniendo esas miles de almas…
*Licenciada en Comunicación Social



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