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14/08/2015
Actualidad

Las inundaciones en la pampa húmeda y las culpas Por Victor Calvigioni


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El Gobierno Nacional y Provincial parecen ser el eje de todos los ataques por las inundaciones que afectan el territorio bonaerense.
Sin embargo quien esté libre de pecado que tire la primer piedra. Cualquier ciudadano que peine canas puede salir a recorrer los establecimientos agropecuarios del núcleo sojero y se dará cuenta que ya nada es igual.


Los campos son canchas de billar y ni siquiera tienen troneras para el desagote hídrico. Se debe remembrar que hasta no hace muchos años existían (antes de que llegue el capitalismo salvaje a nuestras explotaciones agropecuarias) los "viejos y anticuados" surcos que eran prolijamente aporcados en la siembra del maíz. Las miles de ondulaciones artificiales producidas por el hombre servían para retener el agua de las grandes lluvias y daban tiempo a la natural evaporación o mejor aún a su absorción por un suelo correctamente cuidado con las labores culturales anuales que realizaba el productor. En el presente las aguas de las precipitaciones corren como un tsunami por los campos (cuando llueve muy fuerte da miedo observar el fenómeno). Ese aluvión se encuentra con caminos de tierra planos y más bajos que los campos por la acción de las distintas erosiones. Solo alcanza con indicar que existen caminos reales que tienen más de cien años. Los centros de tránsito de vehículos por donde se saca la cosecha se unen a otros caminos y por decantación natural terminan en las pocas cuencas de nuestra llanura, convirtiéndose en grandes y desbordadas corrientes de agua que inundan los pequeños y los grandes centros urbanos. Trabajar un camino abovedado con un correcto desague (cunetas profundas) tiene un mayor costo hora-trabajo y el ahorro es primordial aunque sean pequeñas victorias a lo pirro.
Por otro lado, se debería recurrir a las grandes ventas que realizaron los viveros de plantas de eucaliptus, paraíso (o cualquier otra, en las dos última décadas.) a los pequeños, medianos y grandes productores destinados a la forestación y la creación de barreras naturales. Los campos del siglo XXI, podríamos parafrasear la letra de un tango adaptándola y decir 100 explotaciones rurales y ningún boulevar o monte.
Nadie quiere forestar, ni siquiera el propio Estado. Una hectárea de soja es más útil que una hectárea de monte improductivo. El viejo axioma de la década de Martínez de Hoz de "es lo mismo una fábrica de caramelos que Acindar" parece haber "pegado fuerte" en la pampa húmeda. Otro de los "grandes amigos" de las inundaciones son los canales clandestinos construidos por los productores rurales que confluyen en los pequeños arroyos y ríos. Los primeros desagotes artificiales fueron "pensados" para sacar el agua de las "viejas" lagunas (que cumplían la función de reservorios naturales de agua) y luego con el paso "furioso" de la siembre directa se usaron para desagotar rápidamente el agua no absorbida.
Hoy podemos salir desde Colón rumbo a Junin por Ruta 50 y Ruta 65. En más de cien kilómetros de recorrido vamos a observar desde el vehículo más de setenta molinos de agua semidestruídos. Si tomamos cualquier camino el resultado será igual, no cambiará. El equilibrio entre lo pecuario con las pasturas naturales y lo agrícola con su cultivos hace año que quedó en el olvido.
Por el lado del Estado se deberá realizar un poder de policía efectivo. En primer término los canales clandestinos, luego deberá "romper" planificadamente las barreras construidas por el hombre en las cuencas que marchan hacia el Río de la Plata , entre los que se encuentran los country, que deberán realizar las obras correspondientes para permitir un correcto desague.
Pero debemos tener en cuenta que si el hombre sigue con su política del vale todo ni cien canalizaciones servirán para parar la fuerza de la naturaleza.
*Experto Agrario, Agrónomo General, Técnico Clasificador de Ganados y Carnes, Técnico en Administración de Empresas.


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