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09/03/2014
Provincia de Buenos Aires

Roscas y paro docente


(Por Andrés Lavaselli alavaselli@dib.com.ar).- Aunque el conflicto docente que impidió el comienzo de las clases el miércoles no haya dejado desde entonces de agravase y tienda, por su propio peso, a acaparar toda la atención pública, la agenda política provincial no se agotó en sus escarceos: inmerso en la afiebrada dinámica de un peronismo en estado pre deliberativo, el gobernador Daniel Scioli pasó buena parte del fin de esta semana dedicado al póker de candidatos, transitando otra vez una estrecha senda entre el alineamiento y la diferenciación de la Casa Rosada....


Parte de un habitual minué que, para bien o mal, bailan todos los principios de año, en cierto sentido las idas y vueltas entre los maestros y el Gobierno son cualquier cosa menos una sorpresa. Sin embargo, la estrategia que comenzó a desplegar sobre el fin de semana el Frente Gremial Docente es prácticamente inédita: no hay antecedentes cercanos de iniciar una protesta con un huelga de 72 horas de duración. Y mucho menos estirarla al paro por tiempo indeterminado antes incluso de que expire el plazo original.


Claro que el contexto también es novedoso: nunca antes, en el presente ciclo político, la negociación había estado precedida, en apenas poco más de un mes, por una devaluación de la moneda que, entre otros factores, presiona los precios a la alza . Y que, además, se dsipuso al cabo de un proceso previo de aceleración de la inflación. Por eso, una propuesta de aumento del 25,5% en tres cuotas, (que sumando el plus de Nación trepa al 30,1%), no alcanzó ni siquiera para poner en pausa los paros aún cuando el martes sigan las negociaciones.


El escenario, así estructurado, es una suma de imposibilidades: en el gobierno de Scioli dicen que no pueden ir más allá del 27% (aportar el 25,5 ya cuesta 18 mil millones) y los gremios argumentan que aceptar esa cifra, pagada en los plazos propuestos, equivale a convalidar una rebaja en el salario real de sus representados. Y para argumentar muestran, ahora, las propias estadísticas oficiales que, proyectadas, anticipan una inflación anual holgadamente por encima del 30 por ciento. Traducido, dicen que con ese nivel de aumento el ajuste, al menos en parte, lo pagan ellos.


La batería de amenazas y contra amenazas está acorde con el escaso margen de acción que se desprende de esas posiciones: el descuento de los días de paro y la conciliación obligatoria están en el maletín de herramientas del gobierno, mientras que los gremios hablar de la prolongación indefinida de las medidas de fuerza, con la pérdida del año lectivo como un horizonte todavía remoto pero no imposible. El martes comenzará a saber hasta dónde puede ceder cada uno de los actores y cuánto hubo hasta acá de estrategia de "regateo".


OTRO ESCENARIOAl mismo tiempo que ese escenario terminaba de desplegarse, Scioli se sumergió en otro, también en pleno desarrollo. Se trata de la afiebrada campaña de instalación de candidatos en el peronismo oficialista, que por estas horas tiene a gobernadores como protagonistas principales, tanto a los que aspiran a competir (centralmente el bonaerense y el entrerriano Urribarri, pero también Urtubey y Capitanich, en doble rol de caudillo chaqueño y jefe de Gabinete) como aquellos que deben decidir a quién apoyan. Todos comenzaron a actuar bajo una consigna transparente: la acumulación de fuerzas para una interna ya empezó. Y con cierta autonomía de la Casa Rosada, como demostró el show político en la fiesta de la Vendimia.


Scioli, que arrancó antes esos movimientos que sus competidores directos y esta semana apuró el paso con una doble presencia en Chubut y Mendoza, precedió su nueva participación en ese juego con un mensaje ante la asamblea legislativa que volvió a equilibrar la ecuación discursiva que define hoy su alineación con el kirchnerismo: apoyo a la estrategia económica pero distancia en materia de política de seguridad. O, lo que es lo mismo, respaldo a la devaluación y las medidas para atenuar su impacto, combinada con un claro mensaje: al él, la reforma del código penal no lo entusiasma.


Enfiló así, otra vez, por un desfiladero estrecho justo cuando desde el kirchnerismo parlamentario provincial multiplican las señales contrarias al tratamiento de las policías locales, una iniciativa que para Scioli tiene una dimensión central. Seguramente lo hizo en la suposición de que Sergio Massa, que inundó los canales de TV y las radios con intervenciones contrarias al proyecto de reforma, se estaba beneficiando de esa posición en términos de opinión pública. Y porque, es cierto, sus iniciativas en materia penal siempre fueron contrarias a la filosofía que parece inspirar el proyecto de reforma que impulsa el kirchnerismo. Lo paradójico es que Scioli también aspira a representar a ese kirchnerismo. (DIB)




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