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28/09/2011
Opinión

Cumpleaños


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Por Luis Buero, * Guionista, periodista, docente. En octubre, la televisión abierta nacional cumplirá 60 años de aquella transmisión en vivo desde Plaza de Mayo que muy pocos pudieron ver....



En todo este tiempo, su notable existencia se posó siempre en cuatro patas hiperrelacionadas: contenidos, tecnología, recursos (publicidad) y contexto social.


De aquellas transmisiones en vivo de los '50, época en la que se vendían los espacios a los anunciantes (como en la radio), plena de anécdotas propias de las transmisiones en vivo, se pasó a la era del video-tape de los '60, la aparición de los canales privados, la llegada al país de Goar Mestre con su mítico Canal 13, el que daría un definitivo matiz a aquello que se llamaba "canal de televisión" y a lo que se avizoraba como "programación televisiva".


Nació el concepto de la emisora como broadcasting, las bandas horarias destinadas a determinados targets, las mediciones de rating. Y surgieron las comedias, shows y telenovelas que dejarían su huella imborrable.


Las estatizaciones y luego la dictadura militar de los '70 y principios de los '80 corrió el toldo oscuro del atraso, la censura y la prohibición, salvo por el adelanto tecnológico obligado que impulsó la necesidad de transmitir el Mundial de fútbol de 1978.


Pero aun así, antes, durante y algunos años después, ya en los '80, el medio era "atendido por sus dueños", los pioneros programadores, y concretado por profesionales. Les sorprenderá a muchos saber que a principios de los '70, en el ciclo Alta comedia de Canal 9 (al que se tildaba como populachero) se representaban obras de autores fundamentales que hoy ni se llevan a los teatros de la calle Corrientes por temor, supongo, a que la gente no los entienda o se aburra.


Los '90 nos devolvieron la televisión privada, pero con un aditamento: el permiso legal para que se formen multimedios (monstruos que una nueva ley pretende desarmar ahora), y el avance tecnológico que ya preveía que un mismo operador pudiera ofrecer televisión, Internet y telefonía a un usuario. Mientras, desde comienzos de los '80, ya se venía desarrollando a pasos agigantados una nueva opción, la televisión paga por cable, y en los
2000 ya se avizoraban las emisiones por Internet y ahora por celulares. Y mañana veremos a Tinelli en un holograma.


Pero, ¿qué pasó con los contenidos? La reducción del parque de anunciantes motivó que nacieran los programas de panel, los ciclos de chimentos, los realities, los "noticieros" de archivos de la TV, y que ciertos sujetos sin profesión artística llamados "mediáticos" ocuparan los espacios que antes estaban destinados para los grandes actores, cantantes y periodistas.


En síntesis, yo no amo esta TV que se derrapa -pero parece surgir de sus
cenizas- en una discusión bizarra entre la ex vedette que durmió con un represor y el coreógrafo al que ella cita como sidoso, o entre Jacobo y Guido por las conductas de un tal Tomasito, mientras Anabella nos muestra de nuevo a Zulma Lobato o a un señor que cree recibir mensajes de otros mundos y canta. Ellos han corregido a McLuhan: hoy el medio es el mediático.


Si esto es lo que nos prometen para el futuro los programadores sólo para seguir sosteniendo el rating, ni quiero imaginarme cómo serán los próximos sesenta años, en los que el telespectador ya no sufrirá regresiones infantiles, al decir de Jean Piaget, sino ligeros viajes de la memoria pulsátil al planeta de los simios que alguna vez habitó, como predijo el sabio Darwin, mientras escuchaba cantar a los canarios ciegos.


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