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20/07/2011
Informe Especial

¿Quiénes seducen?


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Todos saben que existen particularidades que enamoran a una mujer. Un hombre caballero, honesto, romántico, seguro, sincero, educado y simpático tiene el camino allanado a la hora de comenzar con un romance. Sin embargo ¿puede encontrarse más de una de dicha característica en un mismo hombre?
Por Charly Baigorri, Telam....


¿Qué característica del hombre es la que encanta a una mujer?, suele ser una pregunta que se hacen muchos muy a menudo. Se puede afirmar, que existen particularidades que asoman como recurrentes a la hora de encantar o enamorar a una mujer. Un hombre puede ser caballero, honesto, romántico, seguro, sincero, tímido, estético, educado, simpático y otras tantas características que resultan atractivas para el sexo opuesto.


Sin embargo, hay un estilo de hombre que reúne en exactas proporciones las características anteriormente aludidas. De este modo, ese sujeto, se transforma en una especie de camaleón de la seducción leyendo antes que ningún otro la misteriosa entrelínea que toda mujer oculta al momento de desplegar el arte de la persuasión. Ese perfil de varón encantador, seductor e irresistible, lo encarna el denominado “atorrante”.


Conocer a alguien siempre es como una ruleta rusa. Se puede encontrar a alguien decente o a quien tenga malas intenciones. Hay personas que dominan el arte de la seducción o de una charla interesante. Esa persona seguramente saldrá mejor parada de una cita que aquella que teme lanzarse a la aventura por propia timidez.


Hoy, la mujer avanzó mucho en la toma de decisiones, igualación que genera sensaciones especiales en el varón. Todo avanza rápido, pero en el fondo, los hombres piensan que ellas siempre estarán esperando que alguno de los encantos masculinos haga blanco en su corazón.


No se puede cambiar el sentido de la atracción si ésta se haya dormida o ni siquiera nació. A la mujer no le lleva demasiado tiempo saber si algo va a pasar o no con el tipo que acaba de conocer. Si en ella no nace la atracción no hay vuelta, así de sencillo. Por más que se expongan las mejores armas para seducirla. Ahora bien una vez que la íntima aprobación está dada, es donde el “atorrante” saca una luz de ventaja del resto.


Señas particulares
El tipo “atorrante” posee la exacta combinación entre lo atroz y lo genial. Es adorable y atrevido. Y sobre todas las cosas, destaca a la mujer antes que su propio deseo de conquista. Él sabe más que nadie interpretar las bondades del sexo femenino para después exhibir su arte de seducción que lo hace adorable y diferente. El “atorrante” cautiva, llena de miedo, de incertidumbre, asombra, divierte, y como si fuera poco, puede ser un gran amante, lo que lo sitúa en esa clase de hombres que, además es inolvidable.


Ahora bien, surge una pregunta común y, a su vez, malintencionada, ¿qué es lo que lleva a un “atorrante” a diferenciarse de un sinvergüenza o un mentiroso? La confusión es habitual más allá que entre sí no tienen nada que ver. Al momento de seducir, todos mienten y ocultan verdades. Sin embargo, el sinvergüenza es un estafador, cosa que el “atorrante”, no. Por el contrario, éste último suele mostrar sus flaquezas desde la ironía atenuando así sus penurias más insoslayables.


Todos mienten un poco a la hora de agradar. Miente el sensible, el romántico, el seguro, el honesto, el gracioso, el elegante, el caballero, el serio y también miente el “atorrante”. Es necesario actuar como si la mujer que está enfrente es un amor para toda la vida por más que también ella sepa que es mentira.


El “atorrante” se entrega por entero aunque piense que el amor para toda la vida es una gran falsedad. Ni si quiera lo cree cuando delante del cura y de Dios, jura amor eterno, hasta que la muerte los separe.
Amores y desamores


El amor es sentir el peligro constante. Es vivir la inigualable sensación de que todo puede terminar de un momento a otro colmándolo todo de miedo. La omnipotencia de creer que se puede amar toda la vida instala en un sitial poco confiable.


Es mejor ser honesto con la pareja de uno y declarar: “no sé si te amaré toda la vida” a jurarle un amor perpetuo. Pero qué sucede, el cinismo y la hipocresía del romántico, con sus palabras llenas de promesas y juramentos, hace que muchas mujeres caigan rendidas a sus pies. Es asombroso y a la vez insólito que uno afirme que seguirá amando dentro de diez años.


El tipo “atorrante” sabe lo que a la mujer le gusta y lo que necesita; la presiente, la huele, la intuye. ¿Por qué?, porque tiene calle y porque vivió y obtuvo sabiduría de cada relación amorosa que tuvo.


Él valoriza los pequeños amores porque justamente no es deseoso de que cada amor debe ser inmortal. Hay amores extraordinarios de tres días y amores extraordinarios de años, por eso es prudente gozar cada momento como si fuera el último y no esperar la llegada de un príncipe azul que cada vez se presenta más desteñido.


El “atorrante” suele ser condenado por esa capacidad de encontrar un amor en cada esquina y desenamóralo con facilidad. Sin embargo, su don esta en darse cuenta cuándo un romance está terminado. El “atorrante” gusta porque sabe que decir y cómo consentir.


El juego de la seducción
A la hora de la seducción hay una sola palabra que no debe existir: esfuerzo. El hombre que batalla con insistencia para levantar una mujer termina, simplemente, por ser patético. Así que por más que se hagas el simpático, extienda sobre la mesa todas sus habilidades o enaltezca sus dones, si para ella no es el hombre, no hay que intentarlo porque ella hará sentir con ímpetu el rechazo.

A la hora de querer ganar un corazón se debe dejar que sea ella quien abra el juego para poder desplegar las mejores artes, de lo contrario se conocerá el amargo gusto de no ser el elegido. Y continuando con el hombre descripto, el tipo “atorrante” es quien más y mejor funciona en ese juego de la seducción. En definitiva, lo mejor es no vestirse con un traje que no es para uno, sino usar la propia pilcha.


Dicen que la palabra “atorrante” se originó cuando construyeron las alcantarillas de Buenos Aires. Según ese mismo mito que vine desde las épocas de apogeo del lunfardo, los tubos de alcantarilla llevaban la marca del fabricante “A. Torrans” escrita en grandes letras. Estos caños servían de dormitorio a los indigentes y vagabundos que vivían en las calles, por eso las personas que vivían allí eran llamados “atorrantes”.


El “atorrante” en la actualidad, se lo relaciona más con este hombre descripto que juguetea con la seducción y los límites del amor. Sin embargo, no dista mucho de aquellos sujetos que dieron sentido al concepto. Ambos, viven al día, disfrutando de las jornadas como si fueran las últimas que les han dado para vivir. Aprenden de las reglas de la vida y del amor para poder corromperlas, al tiempo que las necesitan y utilizan para subsistir.


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