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13/07/2011
Análisis

Desplegar las velas


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Por Fabián Amico y Alejandro Fiorito (Economistas e investigadores de la Universidad Nacional de Luján).
El crecimiento de las economías modernas puede semejarse a un recipiente que varía de tamaño (capacidad productiva) con un flujo (demanda efectiva) que también se altera con el paso del tiempo....


Normalmente, en todas las economías el nivel del flujo se encuentra oscilando entre un 70 u 80 por ciento del volumen del recipiente, con ambas dimensiones moviéndose. La relación de causalidad es central: ¿crece primero el recipiente (la capacidad) y el contenido debe adaptarse o crece primero el contenido (la demanda) y luego la capacidad se adapta?


Gran parte de los economistas fue pesimista con el proceso de crecimiento desde 2003, partiendo del supuesto de que el recipiente (el producto potencial) no sólo era independiente del contenido (la demanda), sino que debía crecer antes de ser colmado. El Gobierno desoyó esas recomendaciones y, paradójicamente, la etapa 2003-2010 resultó, en términos de crecimiento, una de las más exitosas de la historia nacional. La persistencia de alto crecimiento los obligó a corregir año a año las predicciones de colapso. El proceso se prolongó mucho para ser considerado “artificial” y sus pronósticos siguen fallando.


Crecimiento genuino
El recurso predilecto fue acusar a factores externos (“el viento de cola”) por el crecimiento sostenido y minimizar cualquier factor doméstico de la política económica. Es cierto que la restricción externa se relajó gracias a factores internacionales y el tipo de cambio competitivo. Pero, frente al viento de cola se podían arriar las velas o desplegarlas a pleno. Argentina, sola en la región, hizo lo segundo. Sin restricción externa, la economía creció siguiendo la demanda efectiva. Así, el producto potencial (se lo mida como se lo mida) creció vertiginosamente, el desempleo cayó y aumentaron la productividad y la inversión. Todo esto no hubiera existido si se “moderaban” las tasas de crecimiento.


Más allá del motivo político, su “falla” se debe también a los modelos teóricos de estos economistas, donde ciertas verdades indiscutibles como la ineficacia de las políticas expansivas fiscales o monetarias, la crítica de la pretensión de crecer “por encima del producto potencial”, el irresponsable (inflacionario) elevado uso de la capacidad instalada, el inadecuado (escaso) monto de la inversión y, en general, una invalidación de todo intento “discrecional” de instigar el crecimiento. Este intento fútil estaría explicando la alta inflación por medio de un exceso de demanda global.


Estímulos
Convencionalmente en el corto plazo la demanda mueve el PIB efectivo en torno del potencial; en el largo, los efectos de la demanda se diluyen y el PIB efectivo converge a su nivel “natural” o potencial. Pero eso empíricamente no sucede. Los estudios recientes sobre las series de tiempo revelaron que los shocks económicos tienen efectos persistentes en el largo plazo, y que lo mismo que causa los ciclos, explica la tendencia.


Existen, en realidad, múltiples canales a través de los cuales estímulos de la demanda agregada abonan el crecimiento: 1) La economía no tiende espontáneamente hacia el pleno empleo potencial; 2) el nivel y la tasa de crecimiento de la demanda efectiva influyen en el desarrollo de los recursos productivos y, por ende, en el PIB potencial. Los manuales sugieren que el ahorro “financia” la inversión, pero es sólo un residuo que no tiene ningún significado causal sobre ella. En suma, la inversión es el resultado del crecimiento y no su requisito. Pero economistas y grandes medios insisten en que las firmas no invierten lo suficiente por la falta de un propicio “clima de negocios”.


El hecho de que el crecimiento potencial de la economía dependa del aumento de la capacidad física, trabajadores y productividad es una obviedad que nadie discute. Pero no se deduce de allí que el PIB potencial sea independiente del PIB efectivo y de la demanda. El crecimiento del producto mejora las expectativas empresarias en el largo plazo, llevando a las empresas a temer menos a las pérdidas asociadas con la incertidumbre sobre el futuro.


Efectos
Este enfoque alternativo necesita de políticas industriales para direccionar la inversión hacia la sustitución de importaciones que alivie la restricción externa. No basta sólo el tipo de cambio y de no hacerse esto se va en camino a repetir otras experiencias involutivas de estos procesos en nuestro país.


El rápido crecimiento, estimulado por la demanda, tiene otro efecto adicional: la “Ley de Verdoorn”, que genera un alza de la productividad que evita el aumento de costos salariales inflacionarios. Este enfoque contrasta con la versión masiva convencional de quienes apenas observan inflación, recomiendan erradamente ser “austeros” suponiendo, sin análisis, que la economía se encuentra en su nivel potencial.


Verbigracia: la crisis mundial de 2009 tuvo una gran contracción de la demanda agregada y, sin embargo, la inflación cedió muy poco. La “moderación” del crecimiento hacia tasas “normales” por la inflación sólo condena al país a persistir en la senda del subdesarrollo


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