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22/09/2010
OPINIÓN

Por una justa distribución de los bienes materiales y simbólicos


Por Sergio Fernández Novoa, periodista, vicepresidente de la Agencia Télam. La matriz económico-cultural pergeñada durante la última dictadura militar es interpelada todos los días por la democracia real. Por esta razón hay tanto ruido mediático, tanta crispación virtual. Es que lo viejo se resiste a morir, en tanto a lo nuevo le cuesta nacer....


El proyecto de ley que impulsa la Confederación General del Trabajo para que los trabajadores participen de la riqueza que generan con su labor cotidiana, puso nerviosos a los guardianes del viejo orden.


La iniciativa establece que las grandes empresas deben distribuir el 10 % de sus utilidades entre los trabajadores. Además, una parte de ese porcentaje será destinado a socorrer a desocupados y precarizados.


Medidas como la propuesta por la CGT pueden encontrarse en México, Francia y Alemania, pero también en nuestro país. El convenio entre la empresa Firestone y el Sindicato Unico de Trabajadores del Neumático (SUTNA), que se firmó en 2002, contiene una cláusula de distribución de ganancias.


De todos modos, los beneficiarios de la vieja Argentina rechazan con vehemencia resignar una parte de sus fabulosas ganancias. Así lo hizo saber Héctor Méndez, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), quien aconsejó a los impulsores del proyecto que “se vayan a vivir a Cuba”.


También se anotó Cristiano Rattazzi, Presidente de FIAT, quien reclama seguridad jurídica al tiempo que rechaza la sanción de esta norma que instrumenta un derecho consagrado en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional.


Es decir, quienes obtienen grandes excedentes gracias a la recuperación de la actividad económica que se registra desde el 2003 pretenden desentenderse de la suerte del resto de los argentinos.


Ellos se acuerdan de las leyes, la república, el rol del Congreso de la Nación y la intervención del Estado sólo cuando se trata de defender sus intereses. Para los derechos de los ciudadanos de a pie, ni justicia.


Existe otra iniciativa que alumbra un tiempo nuevo, es la que busca profundizar la libertad de expresión a través de la democratización del acceso al papel, principal insumo para diarios y revistas.


La primera de las cinco audiencias públicas en la Cámara de Diputados tuvo como protagonistas a distintas fuerzas políticas, medios de comunicación y un amplio abanico de organizaciones sociales y populares.


Algo similar sucederá durante los foros que desde esta semana congregarán a todos los que tienen algo que decir en el devenir cotidiano de la comunicación.


A través de ambas iniciativas, que los medios hegemónicos buscan desvirtuar o directamente invisibilizan, la política va pariendo una nueva agenda. Con disensos y pluralidad, pero poniendo en discusión aquello que las mayorías quieren debatir: la justa distribución de los bienes materiales y simbólicos, del ingreso y la palabra.


El país de la desigualdad, el privilegio y la impunidad intenta sobrevivir.


Por eso pretende negar el derecho a la política real, la de la calle e


impulsa en su reemplazo a personajes mediáticos y dirigentes funcionales y acomodaticios.


Sin embargo, son millones los habitantes de estas tierras que quieren dar vuelta la página. Que quieren recuperar lo mejor de la política, su capacidad transformadora, sus posibilidades de interpelar lo establecido.


De allí, que desde este humilde lugar y rescatando lo mejor de este oficio, es que festejamos el ruido de multitudes en las calles. Parafraseando a Eduardo Galeano, decimos que no es tiempo de mirar el partido desde la tribuna. Es tiempo de saltar a la cancha y jugarlo.



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