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05/02/2010
La opinión

El debate de fondo en torno al uso de las reservas


El análisis de Marcelo Zlotogwiazda. (Dypra/GEI) - Apasionante. Así debería ser el debate en el Congreso a comienzos de marzo si el gobierno mantiene vivo el Decreto de Necesidad y Urgencia que habilita el uso de reservas para pagar deuda externa y que la Justicia frenó cautelarmente en primera y segunda instancia. Apasionante por más de un motivo...


En primer lugar, por la incertidumbre y el suspenso acerca del resultado de la votación, instancia en la que el oficialismo necesita la mayoría de sólo una de las Cámaras para legitimar el DNU, pero donde a priori no cuenta con ventaja en ninguna de las dos.


También debería ser apasionante porque se trata de un debate que inexorablemente extiende ramificaciones a temas medulares de política económica, de ordenamiento institucional y de derecho.


Para empezar está la discusión sobre si hay o no reservas sobrantes. El argumento del gobierno es que con 48.200 millones de dólares de reservas en el Banco Central, hay 18.000 millones que exceden el nivel necesario para respaldar la Base Monetaria o pasivos de la entidad. Eso es objetado por aquellos que sostienen que en las reservas se contabilizan rubros que las sobredimensionan (encajes en dólares del sistema bancario y préstamos del Banco Internacional de Pagos de Basilea por un total de aproximadamente 15.000 millones de dólares), y que la Base Monetaria no toma en cuenta pasivos importantes del Banco Central por miles de millones de dólares por las letras (Lebac y Nobac) que emite para esterilizar parte del dinero que emitió destinado a comprar los dólares de las reservas.


Sin resignar un ápice de rigurosidad técnica, el economista Nicolás Salvatore salda esa polémica de manera muy didáctica. En un trabajo titulado “Acerca del Fondo del Bicentenario”, el investigador del Cedes y profesor de la UBA razona que para determinar si hay reservas excedentes hay que definir cuál es el monto “óptimo” de reservas, que para él es la cantidad necesaria para hacer frente a la demanda de divisas. O en términos más vulgares, lo suficiente para frenar a tiempo y sin daño una corrida contra el peso. Sostiene que a menos que ocurra “una catástrofe macroeconómica” el actual nivel de reservas sobra para cubrir ese objetivo, y lo fundamenta con la imagen que muestra una holgada relación reservas/circulante, y con el hecho de que la película esperada para 2010 proyecta cuentas externas muy positivas y pocas dificultades del Banco Central para refinanciar su deuda en pesos por Lebacs y Nobacs. En resumen, el escenario más probable para este año es que las reservas sigan aumentando, incluso más que los 6.569 millones de dólares que el Fondo del Bicentenario destina a cancelar deuda con organismos multilaterales y tenedores privados de títulos públicos.


La deuda


Si hay reservas de más, la pregunta siguiente es si conviene aplicarlas al pago de deuda. Una vez más, Salvatore es comprensivo de los argumentos del gobierno. Comparte que las reservas rinden menos de lo que cuesta el financiamiento alternativo para cubrir vencimientos, que es una señal que ayudaría a un buen resultado del canje de deuda y facilitaría el acceso al mercado de capitales a tasas razonables, y que incluso evitaría la opción del ajuste para generar excedentes destinados a cancelar deuda.


Es en este punto del debate donde aparece la centroizquierda proponiendo que en lugar de pagar deuda se utilicen reservas para un fondo de desarrollo. Salvatore responde que “es una disyuntiva falsa”, dado que el uso de reservas libera recursos fiscales que permitirían aumentar el gasto público. Eso siempre y cuando las reservas constituyan un financiamiento adicional y no sustitutivo del que se preveía; en otras palabras, habrá mayor disponibilidad fiscal sólo si el gobierno quiere y logra acceder al endeudamiento con que pensaba cubrir los vencimientos.


La inflación


Otro polémica que se abre en caso de suponer que se liberan recursos fiscales es sobre su impacto inflacionario. La posición del gobierno es que en la Argentina de los últimos años la inflación no tiene origen fiscal. Lo sustentan señalando que en 2007 y 2008 hubo superávit fiscal y aún así se registraron tasas de inflación alta, y que el año pasado la inflación sólo se atenuó un poco a pesar de la recesión, es decir del debilitamiento de la demanda agregada. La visión oficial es que la inflación es consecuencia de la práctica de los formadores de precios como acción clave de la puja distributiva.


En esto Salvatore establece marcadas diferencias. Opina que la mayor disponibilidad de recursos podría no tener mayor efecto en los precios si ese gasto público adicional se destinara a obras de infraestructura estratégica que aumentan la demanda en lo inmediato, pero también refuerzan el sendero de expansión de la oferta. Por el contrario, cree que si se lo asigna a impulsar la demanda de consumo el resultado inevitable sería una aceleración inflacionaria.


Lo importante


Por fuera de lo estrictamente macroeconómico, hay otros debates que se derivan del DNU 2010. Desde la izquierda del kirchnerismo se reclama revisar la legitimidad de la deuda externa y en el mientras tanto suspender su pago, en un planteo que a mi juicio es esencialmente anacrónico e inconducente.


Y el conflicto con Martín Redrado reavivó la polémica sobre el grado de autonomía del Banco Central y sobre los objetivos de su Carta Orgánica.


Como se puede apreciar, una vez que se apaguen los chispazos que provocaron la irresponsable resistencia del ex golden boy y el grueso error político que cometió el gobierno en la procedimiento para sacárselo de encima, viene lo mejor. Un apasionante debate sobre el fondo de la cuestión.




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