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24/07/2008
Provincia de Buenos Aires

El 59 por ciento de los abusos sexuales son contra niñas


violencia-250708 (25k image)Hace un mes, Coronel Dorrego, una pequeña ciudad al sur de la Provincia de Buenos Aires, acaparó la atención de todo el país por los peores motivos: fue el escenario de la violación de Rocío, la nena de 12 años que además fue quemada por su agresor, el plomero Mauro Schechtel, de 27, quien ya había estado preso por abusar de otra nena. El caso contiene, como un concentrado de horror, algunas de las claves que permiten asomarse a la dura realidad del abuso sexual en territorio bonaerense, donde el 59% de las víctimas de este tipo de delitos son mujeres menores de edad, violentadas la mayoría de las veces por miembros de su familia...


Como en otros ámbitos de la realidad argentina, en materia de delitos sexuales las estadísticas son parciales. En este caso, hay que ceñirse a las denuncias realizadas en las comisarías de la mujer que comenzaron a funcionar hace unos años en la Provincia. Con todo, esos datos permiten establecer algunas certezas y descartar algunos mitos. La Directora de Coordinación de Políticas de Género del Ministerio de Seguridad, María Pappolla, lo resume así: “las víctimas privilegiadas son las nenas, eso es cierto; pero es falso que existan diferencias de clase: esto se da en todos los estratos por igual”.


Algunos números: entre enero y mayo último, se denunciaron en las comisarías de la mujer 1173 casos de abuso sexual, el 59 por ciento de los cuales tuvieron como víctimas a nenas menores de edad; le siguen las mujeres mayores (30%) y los nenes (10%). La familia, célula básica de la sociedad, es el ámbito donde se cometen la mayoría de los abusos: el 57% de los mismos, según la misma estadística, son cometidos por padres, padrastros, tíos , abuelos, familiares varones, por supuesto, ya que el 99% de los autores de estos delitos pertenecen al género masculino.


Los datos conducen directamente a un primer interrogante: ¿están aumentando los casos? Imposible saberlo con certeza. En el mismo período pero de 2006, había registrados 571 casos, pero buena parte de la diferencia puede explicarse por “la apertura de nuevas comisarías de la mujer, especializadas en estas cuestiones, lo que ha hecho que las mujeres se animen a denunciar mucho más”. Con todo, María Elena Leuzzi, titular de la ONG Ayuda a Víctimas de Violación (AVIVI), advierte que “sólo se denuncian el 30% de los casos, por lo que es difícil saber si hay más o menos en los últimos años”.


La doctora en Psicología María del Carmen Brogna, del Grupo Interdisciplinario de Atención del Abuso Sexual Infantil, uno de los más reconocidos en esta especialidad en toda la Provincia, que funciona en el Hospital de Niños de La Plata, cree que “lo que hay es quizás una mayor difusión de los casos, porque el abuso sexual, sobre todo el infantil, ha estado presente en toda la historia”. La especialista sugirió que “para comprobar eso muy interesante repasar cualquier libro de historia de la niñez, donde se ve claramente cómo esta cuestión, relacionada con el funcionamiento de la familia, se registra al menos desde la temprana edad media”.


Registro de ADN


Otro de los interrogantes que actualizó el caso de Rocío se vincula con la protección de la sociedad contra los abusadores. Es que aquí el paradigma de la cárcel como lugar de resocialización además de castigo parece entrar en crisis, por un motivo bastante simple: “el 90 por ciento de los condenados por abuso reincide”, explicó el psiquiatra Miguel Maldo- nado, perito en resonantes casos judiciales de este tipo. Otras fuentes ubican la cifra en un 60 por ciento, un poco menos pero de todo modos muy superior a cualquier otro tipo de delitos.


Controlar la reincidencia aparece, entonces, cómo una prioridad. Por eso, la senadora Elsa Strizzi redactó un proyecto de ley para crear un registro de ADN de abu- sadores, un texto que está ahora en discusión en la comisión de Asuntos Constitucionales de la cámara Alta que preside la Diputada Dra. Nora César , donde podría ser extendido a los autores de delitos contra la vida y contra la libertad de las personas. “Será una herramienta de acceso restringido a jueces y fiscales, que funcionará en el ámbito de la Procuración de la Corte”, explicó la Legisladora, la única que estuvo en Dorrego luego del caso Rocío, donde pudo comprobar el amplio reclamo social para que se tomen medidas en este asunto.


El registro que elaboran los legisladores trabajaría sobre ADN no cuantificante, lo que quiere decir que se tomarán en cuenta 13 marcadores genéticos que permiten solamente identificar a las personas, pero no dan datos de otras cuestiones, como enfermedades hereditarias. “Aquí hay que proteger los derechos constitucionales de todos, por eso el registro tampoco será accesible a escuelas, ONG o al público en general”, explicó la senadora Strizzi.


La operatoria será la siguiente: se cruzarán los datos de quienes estén en el registro con los rastros que quedan en el lugar de los abusos o en el cuerpo de las víctimas, para identificar correctamente al abusador y saber si tiene condena firme por un caso anterior. El ministro de Justicia, Ricardo Casal, dijo que esto es necesario para “controlar excarcelaciones y construir un registro de reincidentes confiable”. Es que en la provincia nadie sabe con exactitud cual es el índice de reincidencia para estos delitos.


“Lo que ocurre es que muchos detenidos otorgan adrede datos falsos cuando se los detiene. Dan una parte del nombre, por ejemplo el primer nombre de pila y el apellido de la madre, y si caen nuevamente dan el segundo y el apellido paterno. De una sola persona pueden salir hasta cuatro nombres, por lo cual a veces se tarda mucho tiempo en identificarlos fehacientemente”, explicó Casal. En ese lapso, algunos son encarcelados y vuelven a violar.


Las Víctimas


Si bien el registro permitirá ajustar el accionar de la Justicia, no eliminará los abusos, ya que actuará sobre casos de reincidentes con condena firme. ¿Qué hacer con la victimas, entonces? La doctora Brogna lleva algo de tranquilidad: “un abuso siempre es un trauma, pero no siempre eso se traduce en un síntoma psicopatológico, como el miedo constante o las dificultades para dormir”. Las claves según la psicóloga son “la buena contención familiar e institucional, ya que en la mayoría de los casos de abusos a menores, el trauma surge de la mala actuación de las instituciones”.


¿En qué consiste esa mala actuación? Básicamente, en la revictimización producto de la necesidad de que los chicos cuenten una y mil veces lo que les ocurrió, ante policías, fiscales y jueces. “No creerles es lo peor que puede hacerse. Un chico puede ocultar algo que le pasó, pero no puede inventar lo que desconoce”, explicó Brogna. Más preocupada en lo urgente, Leuzzi dijo que “es necesario que la ente sepa que a una joven violada lo primero que hay que darle es las vacunas contra la hepatitis B y realizarle el protocolo de HIV. También, la píldora del día después, algo que los hospitales públicos de la provincia se niegan a hacer, porque, como los sectores más conservadores de la Iglesia Católica, consideran abortiva esa medicación.


¿Tienen cura los abusadores?


Nadie puede determinar de antemano si un violador puede o no dejar de serlo. Al menos eso es lo único que pueden afirmar los especialistas en salud mental. «Cada caso reconoce su singularidad y su devenir histórico», insisten, palabras más palabras menos, todos los consultados.


No obstante coinciden en que si existieran programas judiciales y sanitarios serios, que supervisen al abusador en prisión y durante la excarcelación existirían mayores chances de evitar la reincidencia. Sin embargo en las cárceles argentinas «lo que ocurre es que aquel que entra a un penal por violador sufre la misma agresión que él mismo cometió», observa la psiquiatra Silvia Bentolila, experta en trauma crónico.


Y en ese marco, descartan la respuesta preferida de cierto sentido común: la castración, literal o química como única manera de evitar que un violador reincida. Bentolila lo dice sin vueltas: “La castración química no resulta una herramienta viable puesto que nadie necesita el pito para violar. Es decir, la perversión no es cuestión de hormonas, y la herramienta para cometerla no necesariamente tiene que ser natural.


Para simplificar, Bentolila explica que, por un lado, se puede hablar de los perversos, para quienes el fin justifica los medios y harán cualquier cosa para lograr lo que desean. En estos casos no hay sentimiento de culpa ni remordimiento por violentar al otro. «Son personas que incluso gozan con el sufrimiento ajeno, se trata de estructuras de personalidad difíciles que necesitan supervisión permanente porque es muy probable que reincidan», agregó Bentolila.


Para la psicóloga platense Susana Prates la violación es consecuencia de una psicopatía en la base y, a diferencia de otro tipo de delincuentes, los violadores «tienen una carencia de conciencia moral, es decir de capacidad de sentir culpa ante los actos cometidos que dificulta notablemente el tratamiento tornándolo en muchos casos imposible». Por otra parte, existen violadores que padecen lo que los psicólogos llaman trastorno disociativo. En estos casos, ellos mismos no pueden creen que hayan cometido el abuso en cuestión y sienten arrepentimiento. En su mayoría son personas que sufrieron los mismos vejá- menes en su niñez «y desarrollan mecanismos para tolerar lo intolerable: el hecho de que aquel que tenía que cuidarte te haya violentado sistemáticamente», agrega Bentolila.


En los casos de trastorno disociativo, se produce una desconexión entre emociones y acciones, de modo tal que la persona actúa con las herramientas más primarias de su psiquis. (DIB)


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