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10/05/2007
Nota de opinión

La negativa de un psicólogo deportivo en el ambiente del fútbol


Por Gonzalo Calvigioni. Atónitos y luego con bronca quedaron los amantes del fútbol y los televidentes al observar por televisión o en la misma cancha, la descalificadora patada de Gastón Sessa, en el rostro de Rodrigo Palacio...


El delantero xeneise, sufrió un corte en la frente y debajo del ojo. No fue la primera vez que el arquero de Vélez reacciona con un acto violento. Todo el país lo condenó, los hinchas pidieron rescisión de su contrato mientras que los dirigentes tomaron la postura de que continúe en el club, que no juegue por el resto del torneo y lo obligaron a ir a un psicólogo. Colón Doce a lo largo de las entrevistas a gente ligada al fútbol, hizo hincapié si en un plantel debe haber un profesional que trabaje en ese aspecto con los jóvenes en inferiores y con los que ya están en Primera División.


En el fútbol argentino, los psicólogos tienen mala prensa. Se les invierte la presunción de la inocencia y deben demostrar que no son alcahuetes del técnico y que no contarán los asuntos internos del plantel a los periodistas. Además muchos entrenadores pronuncian con una mezcla de desdén y soberbia: “El psicólogo soy yo, papá”. Una vez alguien manifestó: “uno puede hacer la mejor preparación física, técnica y táctica pero con eso sólo no alcanza. Lo que define es un factor humano marcado por la emoción de cada jugador y la capacidad para soportar presiones”. Por eso los que practican deportes a un nivel competitivo, y aun de aquellos que son amateurs, contienen en su esencia un elemento que los vincula con los enmarañados mecanismos que gobiernan la mente humana.


En inferiores, el eje no está puesto en los resultados sino en la promoción del mayor número posible de jugadores, bien “formados” para que lleguen a Primera División. Se debe prevenir, o sea educar o anticiparse a algo, en la deserción escolar, expulsiones, lesiones, inductores de estrés, cigarrillo, alcohol y drogas.


Muchas veces de boca de algún padre o profesor se escuchó: “jugás o estudiás”. Pero lo fundamental es orientarlo, ya que si organiza bien su tiempo, el joven podrá entrenarse, jugar, estudiar, tener novia, estar con la familia y amigos y no estar apresado por las exigencias y las obligaciones. El chico de Colón u otra ciudad, que tiene la posibilidad de probarse en un club importante debe tener contención. Puede quedar y ser parte del plantel pero si queda afuera o relegado, el mundo “se viene abajo”, todo lo que ve es negativo y su cuerpo y alma se llena de desilusión, impotencia, bronca, frustración. Por eso sería conveniente que un profesional trabaje con los jóvenes, ya que es la etapa de formación.


A nivel profesional, además de los hechos violentos de Sessa, existen numerosas reacciones de los futbolistas. Pero también hay que recordar el suicido del mediocampista de San Lorenzo Mirko Saric, que no soportó las presiones y tomó esa determinación. Quizás un psicólogo deportivo no iba a cambiar su decisión pero si hubiera alertado a su familia o entorno.


El debate esta abierto. Por ahora la mayoría de los dirigentes y técnicos toman la postura de no incorporar a un profesional. Los pocos que lo hicieron afirman que es positivo, conveniente y trae resultados. Si se respeta la especialización ya que dentro de una cancha hay especialistas: laterales, mediocampistas, conductores, delanteros y fuera del terreno hay técnicos, preparadores físicos, médicos, fisiólogos, kinesiólogos, etc. ¿Por qué el psicólogo deportivo no tiene lugar en este ambiente?



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