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21/07/2005
El delincuente más buscado del país

“En Colón se refugió en un caserío que parecía una Villa Miseria” relató Inteligencia Criminal


Colón Doce investigó al delincuente más buscado del país. Hace tres ediciones publicaba su foto y la revelación que policías de Inteligencia Criminal habían estado en Colón y hasta habían rodeado al caco en un caserio del cual pudo escapar.


El sábado medios nacionales confirmaron nuestra historia y aportaron detalles a una crónica escalofriante.

«Yo no soy el que buscan», dijo Fabián Cedrón, y la respuesta de los agentes mendocinos fue inmediata: “Levantáte la remera”. Estaban a unas pocas cuadras de la terminal de ómnibus de Rufino, y el frío le caló hondo cuando el muchacho de 21 años, uno de los más buscados de la Argentina, ya no pudo negar quién era. La calavera que llevaba tatuada en el centro de su pecho lo había delatado, y había puesto fin a una persecución que movilizó a gran parte de la policía de esa provincia desde el 18 de abril pasado, cuando escapó de la Unidad Penal Nº 11, de Mendoza, luego de que extrañamente los cuatro guardiacárceles que lo custodiaban se quedaran dormidos.


Cedrón estaba preso desde noviembre de 2002 por el asesinato del policía Eduardo Sánchez, a quien había jurado vengarse desde que era un pibe y el operador del Centro de Orientación Socio Educativo (COSE) lo maltrataba y vejaba, según contó en el juicio. Y eso lo cumplió a rajatabla: a Sánchez lo mató de un disparo en la espalda, mientras caminaba por pleno barrio San Martín con su familia durante un día de franco. “Lo maté porque le tenía mucha bronca”, aseguró ante los magistrados.


El juicio


El 1º de abril de 2004 fue condenado por la IV Cámara del Crimen a prisión perpetua y quedó alojado en la conflictiva Unidad Penal Nº 11 de Mendoza, la misma que desde principios de este año está en la mira de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en cuyo informe figura como víctima de maltratos el propio Cedrón.


El 18 de abril el pibe decidió abandonar las penurias del encierro. Pasadas las 12 de la noche, el muchacho –con un historial que lo convierte en un experto en fugas, ya que desde muy pequeño se escabulló en varias oportunidades del COSE– esperó que los guardiacárceles se durmieran, y limó –según la versión oficial– los barrotes de su celda. Libre dentro del penal se subió al techo, por donde salió luego de realizar un hueco en la chapa.


Le quedaba una misión: ¿cómo escapar?. Saltó el alto paredón y simplemente corrió por la calle a toda velocidad sin que nadie se percatara hasta la mañana que el pibe Cedrón no estaba en su calabozo.
Otra versión habla, que el 14 de junio pasado el joven le habría contado a los policías santafesinos que le habría pagado 10 mil pesos a uno de los guardias para que lo dejara fugarse.


Prófugo


De acuerdo a la investigación que hizo la policía mendocina, el muchacho se escondió en la periferia de la capital provincial mendocina durante unos quince días hasta que tejió todos sus contactos para dejar su ciudad natal. Y lo hizo a plena luz del día y en colectivo. Con el pelo teñido de un amarillo furioso, y sin ninguna compañía, el muchacho se tomó un micro en la terminal de ómnibus con destino a Rufino, donde tendría un lugar “seguro” en la casa de su abuela materna.


Unos días después de llegar a la ciudad del sur santafesino, Cedrón decidió integrarse a la vida legal. Comenzó a trabajar de changarín en la descarga de camiones. Pero rápidamente se tentó con un camionero. A principios de mayo consiguió un revolver y asaltó a Heraldo Trovero, de 40 años, a quien le robó unos 1.000 pesos en efectivo, el reloj y el teléfono celular. Inmediatamente, el hombre lo denunció en la comisaría 3ª de Rufino, donde comenzaron a buscar al autor del hecho.


Rápido de reflejos, Cedrón se enteró y huyó a Venado Tuerto, según advierte el itinerario que realizó la policía mendocina. Y para despistar a sus perseguidores se trasladó después a Colón, provincia de Buenos Aires. Los agentes de inteligencia mendocinos sabían que el joven de 21 años se había fugado a esa ciudad, donde Cedrón se alojaba en la casa de un amigo, que reside en una “impenetrable” villa miseria, de donde no salía jamás.


Pero unos diez días después Cedrón se cansó –aparentemente– del nuevo encierro y volvió a Rufino. Y lo hizo nuevamente en colectivo de línea. Los agentes de inteligencia avisaron a la policía mendocina de su nuevo movimiento y el 16 de junio lo detuvieron a unas pocas cuadras de la terminal de colectivos, cuando caminaba con una niña de 9 años de la mano. La pequeña no tenía ningún parentesco y se sospecha que Cedrón la usó para despistar.
Los agentes mendocinos y de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE) de Santa Fe lograron identificarlo debido a la calavera que lleva tatuada en su pecho.


Un pibe peligroso


Lo trasladaron a la comisaría 3ª de esa ciudad, porque el juez debía tomarle indagatoria por el robo a mano armada que había protagonizado Cedrón en esa localidad.
Al otro día, según el relato de los agentes de Rufino, Cedrón estaba de buen humor y desayunó chocolate con bizcochos.


En la comisaría flotaba cierta tensión ya que por las recomendaciones que habían recibido de sus pares mendocinos Cedrón era unos de los reclusos más peligrosos del país. Pero hasta ese momento no había mostrado nada raro. Incluso al mediodía, los policías lo convidaron con un pedazo de asado que habían hecho para ellos. El pibe comió y agradeció la invitación. Pero unas horas después, al caer la tarde, comenzó a gritar despavorido. Su cara sangraba y los policías se dieron cuenta que se había autolesionado golpeándose con su rodilla en el ojo.


Su objetivo era que lo trasladaran a un centro asis- tencial para que lo atendieran. Allí tendría más posibilidades para volver a escapar. Pero la Justicia rechazó el traslado y un secretario del juzgado lo visitó en la celda para que se cumpliera con el trámite de la indagatoria.
De Mendoza llegaron una docena de policías para coordinar su traslado hacia la tierra de los vinos. Dada la peligrosidad del recluso, en el Ministerio de Justicia de Mendoza se debatió la posibilidad de realizar el traslado en un avión charter, aunque esa opción fue descartada por el alto costo que representaba para el gobierno de esa provincia.


Al final, el miércoles 15 de junio Cedrón fue trasladado a su ciudad natal en una caravana de seis patrulleros, con una custodia especial del Grupo Especial de Seguridad (GES) de Mendoza. El convoy recorrió los 700 kilómetros que separan Rufino de Mendoza durante la noche, porque el plan que tenían en mente era lograr que el ingreso a la cárcel no provocara un nuevo problema con el resto de los internos, que consideran a Cedrón como un “ídolo”.
Así, a primera hora de la mañana, sin demasiados movimientos, Cedrón volvió al penal del que había escapado hacía más de dos meses, donde la calavera que lleva tatuada en su pecho ya es un ícono.


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