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10/02/2005

La leyenda del Manco de Teodelina ( 2º parte)


manco_110205 (13k image)En la primer parte conocimos detalles de la niñez de Oscar Mesina en la estancia Santa Juana. El accidente que le costó tener un brazo defectuoso y el porque nunca jugó con los campeones mundiales oficialmente.


Mesina ahora cuenta la forma de jugar y si los partidos se jugaban por plata. «Yo al pedo no jugaba. Podía jugar de gusto porque había que hacerle un homenaje a una persona, porque hacía falta una plata para una señora vieja, un hombre enfermo o mil casos. Entonces yo no cobraba, pero el partido ya estaba jugao por plata antes de entrar.»


-¿Hay diferencias notables entre los jugadores de antes y los de ahora?
-Pa’ mí sí. Pa’ mí, en general, a nivel mente, había mejores jugadores antes que ahora; a lo mejor alguno lo supera mano a mano, como ser Supan, los Ross, que dicen que pegan con efecto -yo quisiera haberlos visto hace 30 años atrás a ver si le hubieran pegado con efecto-, pero de ahí no pasa, dos o tres jugadores, no más. Te digo, en Villa Cañás había treinta jugadores buenos; ¿cómo los de ahora?, no sé, pero eran jugadores. La gente jugaba, jugaba en pata, descalzos, no se podía jugar en alpargatas porque si no con qué salía a la noche o a la tarde. Y, ...ha cambiado todo.
-¿De la actualidad, qué jugadores le gustan?
-A mí, de todos los jugadores, los que más me gustan son: Supan y Romano -es de Azul ese chico-. Pa’ mí son los que más juegan.
-Cuando era joven, ¿tenía algún ídolo?
-No. Yo no tenía ídolo. De los viejos que yo conocí, de la época de nosotros, había un gran jugador que era Nestor Delgui, pero este jugaba en cerrada (cancha), no en abierta como nosotros. Yo jugué en cualquier cancha, pa’ mí era lo mismo; ellos, en cambio, eran grandes jugadores en cerrada, no conocían la abierta.
-¿Le hubiera gustado ser otra cosa?
-¡No!; estoy contento. Estoy contento porque estoy lleno de amigos, toda la gente me quiere, pa’ colmo soy medio chistoso, me gusta decir versos.
-¿Quiere decir que sí naciera de nuevo no cambiaría nada?
-No cambio nada, todo lo contrario; ¡no! Ojalá naciera de nuevo para poder jugar, no lo que jugué antes sino la mitad. Yo no juego nada ahora.
-¿Todos los partidos tenían el mismo interés para Ud., o a algunos los consideraba más importantes que a otros?
-No, no; la mayoría, porque yo era un hombre, si se quiere, buscao en los pueblos. Había un partido y me llevaban a mí pa’ hacer taquilla, muchas entradas. En cambio ahora no, Ud. trae cuatro buenos jugadores y tiene que pagarles 10 o 12 millones ($1.000 o $1.200), si no le paga no hay partido. Entonces no, había que buscar la plata y ponérsela uno; si ganaba, ganaba; si perdía, salía seco. Tenías que tener la tuya. Yo era un jugador de plata.


El dinero


El periodista le pregunta -Por nada no jugaba...
-Yo al pedo no jugaba. Podía jugar de gusto porque había que hacerle un homenaje a una persona, porque hacía falta una plata para una señora vieja, un hombre enfermo o mil casos. Entonces yo no cobraba, pero el partido ya estaba jugao por plata antes de entrar. En vez de jugar 1 millón de pesos como se juega ahora, jugaba 100 pesos; en aquel tiempo era mucha plata.
-¿Ha ganado mucho dinero?
-¡Fortunas! Ahora no tengo nada. La tiré. ¡Y si nunca trabajé!
-¿Es un bohemio, Manco?
-Sí, toda la vida. Nunca trabajé, me recorrí toda la Argentina durante 50 años, desde que salí que tenía 14 años hasta ahora que tengo 65.
-¿Ahora de qué vive?
-Me jubilaron hace un mes y medio.
»Teodelina me está dando bola, si se quiere, ahora que soy viejo. Antes la gente decía que era un vago. Eso me lo pregunté yo. Yo fui vago.»
-Me comentaron que de vez en cuando lo invitan a algún programa de radio capitalino.
-Tengo mucha amistad con Antonio Carrizo. Ahora hace mucho que no lo veo, como 3 años; tengo que ir.
Vos sabés que, la última vez que fui, estuve hablando una hora y media de mí. Por radio es difícil. Por ejemplo, estoy hablando con vos, si me equivoco en algunas palabras no pasa nada, pero allá tenés que... todo exacto.
Esa vez que fui estaba en radio Rivadavia.
-Cuando jugaba un partido en otra localidad y ganaba plata, ¿Ud. se quedaba un tiempo en ese lugar?
-¡No! Yo terminaba ese partido y amanecía cantando y chupando; al otro día tenía que ir a jugar a Vedia, a Colón, a Venado Tuerto...
-¿Era resistido por la gente de Teodelina, era mal visto este deporte? (Se entremete el fotógrafo)
-Teodelina me está dando bola, si se quiere, ahora que soy viejo. Antes la gente decía que era un vago. Eso me lo pregunté yo. Yo fui vago. Vos hablabas de mí, del Manco, pa’ ellos yo era un..., ahora se dan cuenta. Yo me río, tal es así que hace 50 años que falto de este pueblo y nunca cambié de domicilio, y no lo voy a cambiar hasta que me muera. Hace 37 que vivo en Chascomús y voto en Teodelina y soy radical.


El Maravilloso Juego de Vivir
Vivió con los húngaros; ellos lo apadrinaron durante dos años. Es un enorme bebedor, por sobre todo, de cerveza.


Siempre tuvo locura por los anillos de oro, estimulan su fantasía.
Sus allegados comentan que cada partido suyo era una particular anécdota.
No sabe leer ni escribir aunque leyó y escribió en la historia nacional e internacional de la Pelota a Paleta, de tal manera que se lo considera un ídolo de este deporte típicamente argentino.


Ganó mucho dinero, pero ahora vive con lo justo. Tiene registradas en su haber gloriosas experiencias, un motón de amigos diseminados por todo el país, y la personalidad de un hombre que pudo haber defraudado a quien esperaba de él una conducta formal y una actitud de vida conservadora, pero jamás a sí mismo, porque jugó a la paleta, se movilizó dentro y fuera de la cancha, y expresó sus pensamientos con plena autenticidad.


El Sr. Oscar Mesina -el ‘Manco de Teodelina’- hizo de su vida un juego, y del juego -la pelota a paleta- algo serio; aunque no tanto, como para impedirle disfrutar del maravilloso juego de vivir.
Anécdotas del ‘Manco de Teodelina’ (Contadas por Juan Carlos -Salamín- Medici)


-En el año ’62 le gana en una cancha cerrada de Uruguay, donde la pared de la zurda es más larga -tiene un cuadro más- que en las canchas argentinas, al Sr. Bernal, a quien le decían ‘El Perro’. A este no había hombre que le ganara; el Manco fue y le ganó un partido a 75 tantos. Creo que jugaron más de dos horas. El mismo Bernal lo paseó, terminado el partido, por toda la cancha sobre los hombros, porque era una cosa de locos haberle ganado al campeón uruguayo, a ‘El Perro Bernal’


El Manco no asistía a los campeonatos porque no le gustaba jugar por trofeos, le gustaba jugar por plata. Cuando se enfrentaba con los campeones del mundo o argentinos les ganaba; pero no le interesaban los trofeos. ¿Sabés cuáles eran los trofeos del Manco? Los anillos. Cada plata que ganaba compraba anillos de oro, de plata, con piedras preciosas, de lo que fuera. Los anillos son una fantasía de él. Es un enloquecido del oro.


Un día, fuimos a Rosario, pasamos por una joyería y ve en la vidriera un mate muy grande de plata -de tamaño muy especial- con una bombilla de plata cuya punta, creo, era de oro. Entró a la joyería -yo me quería morir, «éste que va a hacer ahí»-, y preguntó: ¿¡Cuánto vale ese mate!? Le dijeron un platal, qué sé yo la plata que era. Si gano esta noche -concluyó- vengo mañana y lo compro. Fuimos al club Gimnasia y Esgrima, ganamos los dos partidos y al otro día fue y lo compró.


En el año ’68 o ’69 Santos Belluso y el Burro Gervasoni (entrerriano) habían ido a España y habían salido campeones del mundo en cancha abierta. Nosotros le jugamos en el club Central Córdoba de Rosario, en una cancha muy parecida; nunca se había visto tanta gente en una cancha de paleta, ni en el club Gimnasia cuando se jugaban los campeonatos argentinos.


Y bueno, le ganamos nosotros; ¿les ganamos nosotros...? ¡Les ganó él! ¿Cómo hizo? Lo pasaba a Belluso, no le dejaba tocar una pelota ; el delantero era Belluso, y al otro lo mató a palos. Para lograr esto tiene que pegarle siempre con igual fuerza para ponerla 60 o más veces a la misma altura. Palo, palo y palo, te imaginás, un partido que duró dos horas no lo pudo aguantar. A los 18 tantos se tiró al suelo. El Manco me había dicho antes de empezar el partido: a los 20 tantos tiene que estar en el suelo, al Burro lo voy a matar a palos. Y así fue.


Para ese partido él me hizo un redondel en la cancha con una tiza y me dijo: vos te parás ahí nomás y atajá las que van ahí. En un tiro me dijo: tirá al tambor. Yo le contesto: «si la tiro a mala vos me matás», «¡te mató igual!» me respondió instantáneamente. Cosas así tenía él. Era y es un tipo muy rápido mentalmente. Otra:-Yo tenía que ir a jugar a Pinto contra un tal Cepillo y un muchacho que jugaba muy bien, era bancario. Cantinfla me llama por teléfono para que vaya a jugar. Se armó el partido para el domingo. El sábado a la tarde me llama el Manco y me dice: vos mañana tenés que venir a Venado. Pero yo quedé con Cantinfla... ¡Qué Cantinfla ni macana!, vos vení acá porque yo te digo que tenés que venir y nada más. Cantinfla que espere, que haga partido para otro día. Yo te digo que no y no, vení para acá que acá está la papa.


Llego el domingo a la terminal de Venado y lo encuentro dormido sobre una mesa redonda cubierta más de la mitad de botellas. ...Me digo: anoche había jugado... ¿Y este qué habrá hecho? ¿A qué me llama a mí? ¡Me quiero morir! Son las 9 de la mañana; el conserje dormido en una banqueta, apoyado en el mostrador, y este dormido... ¿Qué pasa acá? Más de treinta botellas en la mesa -tenía la costumbre de decirle al mozo: deje las botellas ahí, corra las vacías a un costado y deje la que trae; y no pedía vaso porque tomaba del pico.


Siempre tenía amigos para compartir estos momentos.
Lo toqué y se despertó. ¡Ah! ¿¡Viniste, menos mal eh!? ¡Qué Cantinfla! ¿Qué no les voy a jugar a estos paisanos?; ¡ya les gané ayer y hoy gano la final! Esos partidos eran contratados para hacer exhibiciones y se jugaban torneos. Juego a las once y pico -continuaba-, tengo tiempo de bañarme; y esta tarde vamos a hacer algo, va a picar alguno. Lo llevé al baño, se metió en el agua caliente y salió al ratito, se hizo masajear con alcohol alcanforado los brazos y las piernas. Entró a las once y media, doce menos veinte, a jugar y a la una y diez ya los había despachado. Si vos hubieras visto lo que jugó...


Cuando fuimos a comer -en el segundo piso de la cancha de paleta se servía el asado para todos los pelotaris- me dijo: Yo voy a desafiar con otro y no me van a jugar, después les desafío con vos y van agarrar viaje. Con vos, les gano más fácil que con el otro, pero callate la boca; amagá que vas a comer pero no comas mucho, comé apenas un cachito y tomá un poco de jugo. Yo voy a hacer lo mismo. Ahora es el momento de ganar mucha plata.


El delantero le pegaba bajito y eso facilitaba la cosa. Mirá qué lindo -me dijo-, en una cancha grande que le pegue bajito; mirá qué linda ‘pa mí, mirá qué linda papa. La pelota pegaba a dos metros de altura del frontón, por más fuerte que vaya es una pelota que vuelve bajo, en esas canchas altísimas tenés que levantarla. Ahí se jugó la plata que tenía y la que no tenía.
Fuente: Revista “Pan” Nº1 – Invierno de 1996


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