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15/07/2004
El justo equilibrio

Entre el «robo» de los radares y los accidentes de tránsito


radar_velocidad1607 (19k image)En Santa Fe muchos jefes comunales vieron una “veta de oro” a través de los famosos radares. Los resultados de una política que solamente buscaba recaudar. Ahora esos intendentes se quejan porque existen muchos accidentes. No hay dudas: el cielo y el infierno es argentino.


Miles de multas supuesta mente cometidas por automovilistas al cruzar n poblaciones santafesinas que están sobre la Ruta 8 (Hughes, Venado Tuerto, etc) llegaron a nuestra ciudad.


La maquinaría recaudatoria estaba tan bien “aceitada” por las empresas concesionarias ( que iban a un tanto por ciento) que un fallo de Juez bonaerense obligaba a repartir las multas a la propia policía Colón. Lo que se llama un negocio redondo.


En la comisaría de nuestra ciudad, los agentes en bajo número no alcanzaban para cuidar los presos ni la propia ciudad, que por aquel entonces vivía convulsionada por una seguidilla de asaltos. Eso sí, el deber era el reparto de las multas de origen santafesino.


Además, en las Ruta Nacional 8, los automovilistas se encontraban con verdaderos tramos en la cinta asfáltica que podíamos denominar “cazabobos”. Los radares no estaban debidamente señalizados y el personal que los manejaba podía aparecer de los lugares más insólitos. (atrás de los árboles incluidos).


En poco tiempo se “cargaron” más fama que los recordados “zorros grises” de la Capital Federal. La voracidad de las arcas comunales hacían cometer al personal que operaba los radares errores infantiles.


Es así que a un conocido lector, le llegó una multa describiendo que el camión que conducía ( a cientos de kilómetros de Colón)había “sobrepasado” la velocidad permitida cuando ingresó a la pequeña localidad.


El hombre autóctono de nuestra ciudad, jamás tuvo un camión y menos lo condujo. Sin embargo las células intimidatorias del poder comunal seguían llegando. El final estaba cantado, el colonense contrató un buen abogado y en poco tiempo emplazaron a la comuna por daños y perjuicios.


Por otro lado, en Colón existen viajeros que tienen algunos tristes “records” y acumulan más de veinte infracciones por el radar. Lo notable es que en la mayoría de las multas la velocidad ( según describen los infractores) el vehículo no supera los 70 kilómetros.


Por último, los radares utilizados en su mayoría no estaban homologados y nadie sabía muy bien si la mano “funesta” de algunas empresas concesionarias lo “pichicateaban” para que “midan” algunos kilómetros de más...Total el fin justifica los medios.


El infierno
más temido


La situación ahora, según las autoridades comunales santafesinas pasó para el otro lado . En este sentido, un accidente de tránsito sobre la ruta 8, que terminó con la vida de un remisero y de su pasajera a manos de un conductor que ya tendría registradas ocho infracciones reabrió el debate sobre la seguridad en las rutas.


El hecho sumó las voces de quienes se consideran calificados para construir consenso en vistas a la reglamentación de la ley que fija la función de los radares.

Por el momento, en las rutas santafesinas no hay controles y las contravenciones crecieron un 30 %.
El siniestro en el que perdieron la vida el remisero Eduardo Sánchez y su pasajera Nelly Sosa ocurrió días atrás en Venado Tuerto, mientras el semáforo les daba vía libre; según trascendió, el camión que los chocó habría venido pasando varios semáforos en rojo.


El hecho ya forma parte de una dura estadística: los accidentes de tránsito aumentaron. Algunos consideran que un registro de esos antecedentes ayudaría a mejorar las cosas, otros, como las asociaciones que agrupa a los familiares de víctimas de accidentes, piden medidas preventivas.


Para Bernardino García, presidente de la Cámara que nuclea a las empresas que proveen cinemómetros (radares), «en la situación actual hay responsabilidades compartidas.


Tal vez la sociedad toda que cierra los ojos ante el flagelo que significa la pérdida de unas 9 mil vidas por año en accidentes de tránsito que, siempre se piensa, tendrán los otros», comentó.


Adujo que una cuota también le cabe a la autoridad de aplicación de la ley de tránsito, que suspendió los controles de velocidad sin acciones alternativas.


Según García, las pequeñas comunidades a la vera de las rutas nacionales o provinciales, muestran su costado más vulnerable, en cada uno de los cruces e intersecciones que tienen sobre dichas vías. «A la gente le cuesta asumir que en esos distritos, las rutas se transforman en avenidas, tales como las que en una ciudad jamás cruzaría a velocidades elevadas», explicó.


Y acotó que la sensación del conductor es que el pueblo está invadiendo la ruta y siente a esa situación como un freno a la velocidad que trae.


La suspensión

Desde la suspensión de los radares no sólo subieron las infracciones que ahora no se cobran, también aumentó la magnitud de los accidentes.


La interrupción de los controles se decidió en vías a implementar un nuevo marco legal, el de la ley 12.217, aprobada a fines de 2003. La nueva norma aún no se reglamentó, y en los últimos días fueron varias las voces que se alzaron pidiendo un lugar en el consenso que suponen debería acompañar a la nueva legislación.


Según García, de las 30 o 40 mil infracciones mensuales, sólo un 3 % «protesta» la sanción.
Para los habitantes de las localidades que comparten la zona urbana con una ruta nacional, sus voces no tienen la misma repercusión: «A quién le explicamos la angustia que sentimos cuando alguien de la familia sale para hacer un mandado y debe cruzar la ruta, es un peligro constante, no hay respiro», dijeron.


Y enfatizaron que a los conductores les cuesta bajar la velocidad y no piensan en la gente del lugar que cruza la ruta. «Si cada automovilista cruzara a 60 kilómetros la zona urbana del pueblo, no contribuiría al afán recaudatorio que tanto critican», ironizó García. Y añadió que la nueva reglamentación de los radares va por vía muerta.


«Dudo que las comunas puedan seguir protegiendo a los vecinos», explicó, y dijo que el 65 % de los infractores son de otras provincias. «No les gusta bajar la velocidad y cuando reciben las multas llaman a los medios de comunicación, denuncian a los intendentes, entre otras cosas»


Conclusión


La comunas santafesinas y las empresas que provén los cinemómetros ( van al tanto por ciento) creyeron tener la “gallina de los huevos de oro” que en algunos casos “tape” sus malas administraciones.


El final era previsible terminaron por matar personas.
Un viejo mal argentino, no le des el poder a quién no lo sabe usar.


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