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Enfermedad de Alzheimer

Informe Especial     14/06/02
Enfermedad de Alzheimer
OLVIDARLO TODO


La Enfermedad de Alzheimer es la causa del 60 por ciento de los casos de demencia.
Al principio se manifiesta con olvidos frecuentes y dificultades en el habla. Si bien es un mal progresivo e irreversible – aún no existe un tratamiento que lo cure -, el diagnóstico precoz y el conocimiento de los síntomas pueden aliviar la ansiedad de pacientes y familiares, además de propiciar un tratamiento adecuado que retarde las etapas avanzadas de la enfermedad. En nuestro país se calcula que la padecen más de 400 mil personas.
A principios del siglo pasado el neurólogo alemán, Alois Alzheimer recibió la consulta de un hombre desesperado: su mujer, una distinguida dama de poco más de 50 años, lo acusaba con insistencia de infidelidad. La imputación no sólo era delirante sino que era, además, permanente. Alzheimer aceptó ocuparse del caso y, para esto, decidió pasar largas horas junto a esa mujer a fin de registrar, paso a paso, sus extraños comportamientos.
Notó que los olvidos se hacían cada vez más frecuentes: la dama comenzó a olvidar objetos, nombres, compromisos y, finalmente, ciertas destrezas. Un día, por ejemplo, no supo como colocarse el sombrero. La enfermedad avanzó. En 1907, luego de la muerte de la dama, Alzheimer se ocupó de la autopsia. Distinguió en el cerebro una malformación microscópica neuronal nunca antes descripta. Acababa de descubrir el origen más frecuente de la demencia.
“Hoy, gracias al trabajo médico y a los métodos de diagnóstico, cada vez más gente supera los 60 años, sin embargo, estamos asistiendo a un alto porcentaje de demencia a partir de esa edad: entre el 4 y 6 por ciento de la población. Si no tratamos de controlarla a tiempo podemos derivar en un problema sanitario muy serio como el que hoy vive Estados Unidos, con un registro de 6 millones de casos de Alzheimer”, advierte Diana Cristalli, neuróloga del hospital San Roque de Gonnet y asesora científica del grupo Alma (Asociación de Lucha contra el Mal de Alzheimer).
Tanto los especialistas como los familiares de pacientes que padecen la enfermedad insisten en la importancia de un diagnóstico temprano que permita aplicar los tratamientos farmacológicos y de estimulación que, aunque no detienen el Alzheimer, impiden que avance rápidamente: “todo ser humano tiene derecho a un diagnóstico preciso, en el sentido de darle posibilidades terapéuticas y proporcionarle a la familia un desenvolvimiento claro en cuanto a como proceder con este paciente que, aunque es el mismo padre, madre o esposo, se comporta como un niño”, comenta Cristalli.
Hasta el momento, al diagnóstico definitivo sólo se arriba post mortem, mediante una biopsia cerebral, sin embargo, existen formas de detectar la enfermedad con un alto grado de probabilidad a través de exámenes clínicos y complementarios, como la tomografía computada y la resonancia magnética.

Los primeros síntomas

Cristina sabe que su mamá padece Alzheimer desde hace 6 años, aunque supone que la enfermedad se inició mucho antes. Uno de los problemas para detectarla en forma precoz se da porque, al principio, los síntomas pueden pasar desapercibidos.
Cristina recuerda que ante los primeros olvidos “mi familia y yo decíamos que eran propios de la edad, la vejez o la personalidad. Incluso yo pensaba: ‘qué práctica mi mamá’, porque como vivía sola en lugar de cocinar se compraba comida hecha. En realidad, cuando dejó de cocinar fue porque ya no sabía como hacerlo”.
Los especialistas llaman signo centinela a la pérdida de memoria, el cual constituye el primer indicio de la enfermedad. La familia toma conciencia de que los olvidos no son “normales” cuando estos aumentan al punto que el familiar no puede adquirir un nuevo recuerdo: “supongamos que uno le da un número de teléfono, la persona tiene que discarlo y cualquier interferencia, por ejemplo alcanzarle una taza de café, hace que olvide que tiene que hacer un llamado”, explica Cristalli.
Las dificultades para encontrar la palabra adecuada en una conversación es otro de los primeros síntomas. Esto provoca angustia porque, en general, el afectado es conciente de este deterioro en sus capacidades de expresión y, a fin de no ponerse en evidencia, se inhibe socialmente. Si, por ejemplo, la persona tiene que pedir un vaso y no lo puede nombrar apela a lo que los médicos llaman “circunloquio”, es decir, rodea la palabra utilizando otras conexas: “dice ‘dame eso’ o ‘tengo sed’. A medida que la enfermedad avanza, el paciente tiene un vocabulario lleno de palabras pero con menos contenido semántico, uno empieza a notar que no comunica lo que realmente quiere”, comenta la especialista.
Con el tiempo, la pérdida de la memoria se agudiza y el paciente sufre una regresión gradual que le impide la coordinación de los movimientos. Por eso no puede, ni siquiera, desarrollar actividades sencillas como peinarse, vestirse o bañarse.
“La persona empieza, además, a tener dificultades en el comportamiento gnósico espacial. En términos sencillos: cuando uno maneja un auto conoce las distancia y se adapta a los espacios que el vehículo le ofrece. Cuando se inicia la enfermedad el conductor comienza a morder cordones o a chocarse. Pierde esa facultad inconsciente de relacionar el yo y lo que lo rodea. Es como volver a ser muy niños”, agrega Cristalli.

La familia

Desde hace seis años, en el hospital San Roque de Gonnet, familiares de pacientes con Alzheimer se reúnen los primeros sábados de cada mes, para intercambiar experiencias y brindarse contención mutua. Ante la crisis que provoca en una familia el desencadenamiento de la enfermedad, el grupo les permite conocer y anticiparse a las distintas etapas y encontrar el “camino” más adecuado para cada caso.
Néstor es uno de los miembros del grupo. Hace 8 años que a su esposa le diagnosticaron Alzheimer y, desde entonces, él es su cuidador exclusivo. Si bien en una oportunidad se vio obligado a internarla, pronto volvió a llevarla a su casa porque “la extrañaba”, explican sus compañeras de Alma.
“Se hace muy difícil ocuparse de una persona con esta enfermedad porque el cuidador es absorbido por el paciente y, a veces, sin darte cuenta, te vas dejando arrastrar por la enfermedad. Ocurre que uno tiene el afán de brindar la mejor atención, pero eso va en detrimento nuestro, porque nos vamos agotando”, comenta Néstor.
Para aliviar el desgaste que implica ocuparse de estos pacientes, el grupo recomienda que el cuidador tome períodos de descanso y delegue en otra persona parte de la atención. “Desde el grupo insistimos en que no hay un camino único y que hay tantas posibilidades como familias.
Con esto quiero decir que es tan válido aquel que toma la decisión de internar al paciente como el que lo mantiene en su casa. Pero cuánto más informados están los cuidadores más se alivian, porque no se encuentran de golpe con un papá o una mamá que no se reconoce frente al espejo, sino que saben que esto es gradual y propio del Alzheimer, que no están solos y que necesitan pedir ayuda”, señala Cristalli.
María Elena también concurre al grupo y asegura que conocer las etapas de la enfermedad le sirvió para estar preparada. Desde hace tres años sabe que su mamá tiene Alzheimer: “hice terapia durante un año porque me costó muchísimo asumir que pasaba de ser hija a ser madre. Además no te queda otra que aceptarlo y, una vez que lo asumís, con ayuda del psicólogo y del grupo, se te hace más fácil. Sabemos que es una enfermedad irreversible pero también sabemos que requiere de amor y mucha paciencia”.

Tratamiento farmacológico y estimulación.

El mal de Alzheimer es la principal causa de demencia, esto implica el declinar de las funciones intelectuales de una persona. El hecho básico de esta enfermedad es, en principio, la lesión y luego la destrucción de las neuronas por la aparición de depósitos proteicos insolubles. Si bien aún no hay vacuna ni cura, el tratamiento farmacológico y la estimulación cognitiva pueden retrasar la progresión de los síntomas
Un problema central en estos casos es la pérdida de un elemento químico a nivel del cerebro (acetilcolina), que deriva en un síndrome amnésico progresivo. La mayor parte de la tarea terapéutica apunta hacia esa dirección, con medicamentos que estimulan la producción de esa sustancia y previenen su destrucción.
Drogas como la rivastigmina, donepecilo o galantamina, estimulan los efectos de las neuronas restantes del cerebro y mantienen durante más tiempo la acetilcolina liberada durante la sinapsis (que es la conexión entre neuronas, lo que permite transportar impulsos nerviosos). Los ensayos clínicos demostraron que la medicación estabiliza el funcionamiento general del paciente en las actividades de la vida diaria.
El otro pilar del tratamiento es no farmacológico y consiste en darle a quien padece Alzheimer la estimulación cognitiva necesaria: “en este caso no es necesario gastar dinero, sólo hace falta que la familia se entrene para estimularlo. Lo importante es que el paciente tenga contacto social, tenga una tarea asignada en la casa y, fundamentalmente, que no se lo aísle ya que la falta de incentivo contribuye a que la enfermedad avance rápidamente”, concluye Cristalli.

Un mayor desarrollo intelectual retrasaría el Alzheimer

Algunas teorías afirman que las personas que superaron los 18 años de escolarización estarían menos predispuestas a padecer la enfermedad de Alzheimer. Esto no significa que estén exentas sino que la aparición sería más tardía.
“Se supone que a más alto nivel educacional hay más sinapsis neuronal, es decir, la educación estaría no en relación al volumen cerebral ni a contenidos sino a la cantidad de conexiones entre neuronas para el transporte de impulsos nerviosos”, explica la neuróloga Diana Cristalli. Lo que desarrolla esa actividad cerebral es, mayormente, la lectoescritura asociada. Por eso, uno de los ejercicios de estimulación que más se aplican como método preventivo y en la primera etapa de las enfermedad es la resolución de crucigramas.
“Con este tipo de ejercicios se logra mayor concentración, pero esto no cura la enfermedad ni la evita en su conjunto – aclara Cristalli -, cuando uno dice que el alto nivel educacional previene no quiere decir que no haya profesionales sufriendo la enfermedad, sino que se va a desarrollar en edades más avanzadas y que puede estar apto socialmente por más tiempo. Un paciente poco estimulado, con poca actividad social y abandonado a su suerte, avanza muy rápidamente”.

La tres etapas de la enfermedad:

Primera

Por tratarse de una enfermedad gradual, es difícil precisar el momento exacto de su comienzo. Puede presentar:
  • Olvido progresivo.
  • Confusión con respecto a instrucciones, decisiones y manejo del dinero.
  • Pérdida de espontaneidad e iniciativa.
  • Acciones y manifestaciones repetitivas.
  • Cambios de personalidad o de humor.
  • Alguna desorientación en cuanto a tiempo y espacio.
  • Dificultades en el lenguaje.

    Segunda

    A medida que la enfermedad avanza los problemas se van haciendo más evidentes y sus actividades más restrictivas.
  • Dificultad en reconocer amigos cercanos y familiares.
  • No puede retener experiencia nuevas.
  • Deambular. (Idas y venidas sin ninguna finalidad).
  • Inquietud.
  • Espasmos o contoneos musculares ocasionales.
  • Dificultad en organizar sus pensamientos.
  • Puede estar irritable, nervioso.
  • Se vuelve descuidado o confuso con respecto a la vestimenta e higiene personal.
  • Es incapaz de vivir solo sin problemas.
  • No puede cocinar, limpiar o salir solo de compras.
  • Puede perderse, aún en su propia casa.
  • Puede ver u oír cosas que no existen.
  • Mayor necesidad de estimulación.
  • Puede aparecer incontinencia.


  • Tercera

    En esta etapa, el paciente está en total dependencia de su cuidador.
    Los problemas de memoria son muy serios y se hace más notable su deterioro físico.
  • Pérdida de peso, a pesar de una dieta adecuada.
  • No puede realizar ninguna actividad de cuidados diarios solo.
  • Se comunica muy poco o nada.
  • Pierde la habilidad de caminar o sentarse.
  • Duerme más.
  • Pueden aparecer dificultades para tragar ( alimentos y líquidos).
  • Propenso a infecciones, especialmente respiratorias.


  • Fuente: Alma (Asociación de Lucha Contra el Mal de Alzheimer)