07/06/2002

Paro de camiones

  • El lado oscuro de la protesta
  • El paro de camiones mostró otra realidad social candente que azota la ciudad de Colón. La prostitución. Varias prostitutas y travestis se dieron cita a la concentración buscando ganancias extras.

    En plena medida de protesta sobre la ruta 8 y calles laterales se habían congregado más de 700 camiones. Los trabajadores del volante esperaban los resultados de las negociaciones entre el gobierno nacional y sus representantes. La protesta era justa. Los gremios pedían un precio accesible para el gas oil.
    Semanas atrás, el gobierno de Eduardo Duhalde firmó un decreto que no se había cumplido. El documento fijaba un precio tope de setenta cinco centavos el litro y las continuas subas del vital combustible obligó al paro.
    El piquete de Colón se transformó en una de las más fuertes del país y el número de camiones creció, desbordando los espacios para el estacionamiento. El paro de camioneros mostró la otra cara de un crisis social que parece no tener fondo. La prostitución.

  • Hacer la Ruta
  • Cientos de camiones estaban detenidos, era el momento adecuado para que decenas de prostitutas y algunos travestis comenzaran a hacer su agosto. La mayoría de ellas eran de Colón y mostraban el lado oscuro de una sociedad que parece ignorar el fenómeno.
    Los precios por el servicio prestado son una muestra de la necesidad que atraviesan algunos sectores de nuestra población. Las tarifas iban de los cuatro a los 15 pesos.
    Las causas cercanas del brote de sífilis que a las autoridades sanitarias le costó controlar no fueron por generación espontánea, están agazapas y seguramente son una bomba de tiempo que en cualquier momento estalla. El peligro a otras enfermedades mucho más peligrosas, como el sida siguen latentes y tienen un prospero caldo de cultivo.
    Tampoco olvidemos los brotes de hepatitis los cuales también pueden llegar a tener una relación directa o indirecta con la prostitución.
    Por otro lado, en los últimos tiempos en Colón se observa un segundo paso a la situación imperante que comienza también a explotarnos en nuestras propias manos. Las versiones crecientes de intentos de algunos individuos de organizar la prostitución, es otra de las problemáticas que las autoridades deben controlar.
    También se podría observar como crece una nueva forma de ganarse la vida de travestis locales. En la ruta 8, son decenas los colonenses que han podido ver a hombres vestidos con coloridas y ajustadas ropas ofrecerse a los ocasionales automovilistas y camioneros.

  • Prostitución
  • Lo más grave de la problemática sería la prostitución infantil o juvenil que se desarrollaría fundamentalmente los fines de semana en cercanías de lugares de expansión nocturna. Las adolescentes de 15 o 16 años ofrecerían sus cuerpos por cifras irrisorias. Mientras tanto, las herramientas que tiene el Estado y el “poco vuelo” de algunos funcionarios para evitar estas situaciones brillan por su ausencia.
    La crisis económica y la degradación de los valores parece no tener fin y ver estas horribles situaciones como si fueran normales.

  • Un poco de historia
  • La profundidad de la explosiva situación de la prostitución en nuestra ciudad nos obligó a mirar para atrás y observar las raíces y como se trataba el tema en el pasado.
    En febrero de 1895 las autoridades presentan en el Concejo Deliberante un proyecto para reglamentar la prostitución en el incipiente pueblo de Colón. El proyecto era un pedido de permiso para instalar una casa de tolerancia.
    La autorización tenía algunos reglamentos estrictos que se debían cumplir. Las mujeres que ejercerían el oficio debían estar inscriptas en la Municipalidad en un libro de registro. En los archivos existe todavía en el presente el libro en cuestión con fotos de aquellas mujeres de distintas nacionalidades que llegaron a nuestra ciudad.
    Antes de comenzar a ejercer debían tener un reconocimiento médico. La firma del médico profesional iba estampada en una libreta que tenía números correlativos y la visita debía realizarse dos veces por semana. El costo del dispositivo sanitario era de un peso.

  • Las penas
  • El médico si constataba una enfermedad venérea debía realizar la correspondiente denuncia a las autoridades municipales y por intermedio de la policía la mujer enferma no podía ejercer y hasta era “echada” del Municipio.
    La autoridad máxima en las casa de tolerancia era un regente la cual era la conexión ante las autoridades municipales.
    Las penas eran estipuladas por normas específicas. La mujer que trabajara en las casas de tolerancia sin la libreta sanitaria sería multada y su reincidencia obligaría a la clausura del local.
    En 1897 comienza a regir una ordenanza para cubrir ampliamente este tema. La misma habla de los permisos que tendrán las mujeres para “salir” y que no serán superior a las 48 horas.
    Las casas de tolerancia deberían estar instalada a más de tres cuadras de las iglesias y parroquias.
    También quedó absolutamente prohibida la prostitución fuera de la casa de tolerancia o “clandestinas”.
    Los dueños de hoteles o posadas quedan advertidos para que no reciban este tipo de actividad con mujeres prostitutas y se establece una escala de multas para aquellos que la infligieran.
    Por su parte, la policía estaba autorizada al detectar la prostitución clandestina a encerrar en los calabozos ocho días a los infractores y además a cobrarle multas. La mínima era de diez pesos.

  • Interesadas
  • Las mayores interesadas para hacer cumplir la ley era las regentes de los prostíbulos. Según las nota de quejas que existen las regentes se quejaban por lo que sería en el presente competencia desleal. Las “comerciantes” señalaban que pagaban las patentes y todos los impuestos y por eso se debía combatir la prostitución clandestina.
    En aquellos tiempos fueron varias las mujeres que debieron alejarse del Municipio presionadas por las autoridades al no tener libretas sanitaria y no ejercer en las casas de tolerancia.
    Los tiempos eran duros y se pudo constatar que muchas mujeres eran traídas por organizaciones polacas que tenían su casa principal en la ciudad de Rosario. Las mujeres eran “rotadas” por las distintas casas de tolerancias cada treinta días y hubo fortunas que comenzaron a acrecentarse por la corrupción que existía en aquella época.
    Estas organizaciones dominaron el mercado hasta la década del treinta y marcaron también a fuego a nuestra zona.




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