12/04/2002

La otra cara de la ciudad

  • Comedores de la esperanza
  • En el comedor del Barrio Rivadavia que pertenece a la Iglesia Evangélica del pastor Eduardo Rodriguez comen diariamente 53 chicos carenciados.

    La frase del obispo encargado de Caritas todavía resuena en nuestros oídos: “Los políticos crean a los pobres y nosotros debemos atenderlos”. Más allá de los credos los comedores evangélicos contiene diariamente a más de 250 chicos y en muchas ocasiones a las propias madres.
    La situación se podría describir como calamitosa. Los encargados de los comedores (no cobran sueldo) describen una dramática realidad: “ Los chicos que vienen son de familias que están desempleadas, sabemos que en muchas ocasiones la única comida que reciben es la de nuestro comedores”.
    El sábado Colón Doce se acercó al centro que funciona en el barrio Rivadavia. La iglesia del Santuario de Fe sin aportes del gobierno brinda atención ali-mentaria a 53 chicos.
    En una olla de aluminio se terminaba de preparar un guiso de arroz con menudos. En las mesas esperaban sentados los niños y adolescentes. El impacto más grande del cronista fue el orden y el intercambio de afectos entre los que esperaban el vital alimento y aquellos que atendían las mesas.

  • Las madres
  • La situación en los barrios es explosiva. Un trabajador del comedor explicó :“ Muchas veces brindamos atención a la madre del chico que no tiene en su casa ningún tipo de alimento. Lo más llamativo que algunas de ellas están embarazadas” Agregó “ En este centro como los otros que funcionan en distintos barrios también entregamos ropas y calzado que donan nuestros fieles, el frío ha comenzado y muchos ni siquiera cuentan con abrigo apropiado”.
    Por otro lado, los cuatro equipos que trabajan en el sector apoyan las tareas escolares. “ A los chicos que concurren les ayudamos a realizar las tareas escolares, también cuando es necesario completamos la higienización con un baño y por último le damos de comer al espíritu haciendo conocer la palabra de Dios”.

    Los chicos comen el plato de arroz con las ganas de aquellos que saben que seguramente será el único alimento diario. Los comedores funcionan con el aporte de los fieles y algunos comerciantes que ayudan a conseguir el sustento. Las necesidades son más cada vez más urgentes y pareciera que nada alcanza. El trabajo integral que realizan es digno de alabanza y nadie duda que son la verdadera contención que existe en los barrios periféricos de la ciudad. El trabajo es silencioso y el bajo perfil de cada integrante de los equipos los enaltece.
    A esta altura de las circunstancia nos permitimos reflexionar: Cuanta gente comería con 4500 pesos que están asentados en el rubro sueldo de los funcionarios.




  • Volver a Semanario Colon Doce