24/11/2000
En un barrio de Colón


El humor sirve para tomar en serio algunas circunstancias.
Los últimos nubarrones se perdían bajo las aguas del lago Municipal. El sol comenzaba a iluminar con fuerza las primeras casas del barrio. Las sombras largas de la mañana transitaban las veredas. Las amas de casas abrían las ventanas buscando oxigenar los ambientes.

La noche no había sido tranquila. Los vecinos debieron soportar el alocado festejo de más de veinte muchachones. Luego, la lluvia complicó la salida al trabajo.
Los primeros clientes llegaban a la despensa y comentaban sobre un ruido desconocido que durante gran parte de la noche, mantuvo despierto a la mitad del vecindario. La molestia sonora era muy particular. Los vecinos escuchaban como una letanía que iba y venía en la angosta calle a esa hora sin tránsito.
La mujer mayor reveló el misterio. Al finalizar la fiesta y totalmente alcoholizados, los participantes habían encontrado un viejo lavarropas, en el cual "metían" en su interior a uno de los presentes y entre gritos, vivas y aplausos, lo hacían rodar recorriendo toda la cuadra.
El espectáculo gratuito duro hasta las seis de la mañana, momento que comenzó la intensa lluvia.

El barrio había recobrado la calma. Un hombre bien vestido y con zapatos brillantes se dirigía a la empresa de Remis. La "chismosa" del lugar preguntó a que "fiesta" se dirigía. La explicación no tardó en llegar. ¡Que fiesta ni fiesta! ¡Me robaron las zapatillas de toda la familia y no tengo otra cosa que ponerme para ir a realizar la denuncia policial!.
Una vecina pudo develar el segundo misterio de la jornada. Los ladrones habían construido una especie de caña de pescar con un gancho en su punta y con ese elemento hurtaban la ropa y enganchaban las zapatillas que dejaban las amas de casa en los tendederos.

Mientras tanto, varias vecinas de una tira de departamentos comenzaban a tender la ropa. Lo notable para los que observaban el ritual es que una de ellas -al finalizar la tarea- se quedaba sentada de cara a los pantalones, medias y camisas. La mujer parecía un granadero con la misión de custodiar la casa de gobierno. La tercer revelación fue disparada por la propietaria del almacén:
- Sabe que pasa, las mujeres de ese sector se pusieron de acuerdo. Al lavar la ropa y luego de tenderla, se turnan para llevar adelante una guardia para que las patotas no se las roben-. La fiesta de la noche anterior había comenzado temprano. Con la caída del sol, dos muchachones que habitaban el departamento "fatal", salieron en sendas bicicletas.
El tiempo transcurrió y dos horas después regresaron con una bolsa de arpillera y en su interior un bulto que se movía y daba signos inequívocos de ser un vigoroso lechón.
Rápidamente lo llevaron al fondo del vecindario donde existía una parrilla y con destreza lo degollaron. Los gritos de triunfo se escucharon hasta en la fábrica de bolsas.
Un patrullero paso por el lugar pero nadie se inmutó. Luego con paciencia lo pelaron y lo pusieron sobre la parrilla. El origen del porcino es incierto, pero los habitantes del lugar - con razón- sospechan de algún ilícito.

El cuarto misterio del " vía crucis" que sufren los habitantes del sector fue revelado por un hombre que entró a comprar facturas al comercio. Las mujeres se preguntaban por el clima de fiesta que "la patota" había vivido en la jornada anterior.
El hombre cuarentón con marcadas ojeras por imposibilidad de conciliar el sueño durante la noche, contestó- "Es fácil, ayer la policía detuvo a un integrante, se lo llevaron con bicicleta y todo, pero poco después lo liberaron. Al llegar al barrio fue recibido por el resto del grupo como si hubiera ganado un mundial, si hasta lo llevaron en andas". "Así no se puede vivir" argumentó finalmente.
pies. A ninguno de sus componentes le quedaba bien el talle, por lo que se supone que precisamente fueron compradas en "oferta", en algún negocio que permaneció abierto durante la noche.
Por otro lado, el día anterior varios de sus componentes habían recolectado neumáticos que fueron apilados en el terreno del fondo y donde quemaron junto a ellos cuadros de ciclomotores y bicicletas. Es que el rumor señalaba que habría un procedimiento policial.
En ese instantes se divisa un patrullero. Casi todo los miembros del grupo se "suben" a modernas bicicletas y huyen hacia un lago cercano. El barrio por solo algunas horas recobra la tranquilidad.



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